Welcome to the jungle

6.344K corridos, 722 días viajando

Cuando le dije a Analú (a quién conoces de Con gente por el sur de Perú) que tenía intención de ir a la selva del Amazonas (concretamente a Iquitos), rápidamente se apuntó al plan, alegando que esa provincia era una de las 4 (de un total de 24) que le faltaba conocer de Perú. Bueno, más que apuntarse al plan, ¡montó ella un planazo!

El planazo consistía en que nos íbamos 3 días a un súper lodge con todo incluído, Amak Iquitos; del cual Analú, de Viajar para vivir, había escuchado muy buenas recomendaciones. ¡Estupendo! ¡Tenía una pintaza fenomenal, y era muy largo y completo: todo un fin de semana y con la agenda apretada de actividades! ¡Incluso consiguió que 3 seguidoras suyas se apuntaran también!

Por conveniencias logísticas (salíamos a las 5.50 de la mañana del viernes, por lo que había que salir de casa a las 3) y por defender mi fama de agarrada 😉 gracias a la que nunca rechazo una noche gratis, acepté la invitación de Analú y me quedé en su casa a dormir. Muy de madrugada nos embarcamos rumbo al aeropuerto, ¡y a la aventura!

Nosotras fuimos las primeras en llegar, y luego se juntaron Claudia y Carla. Ambas son limeñas y se dedican al mundo de sistemas (informática), y, casualidades de la vida, a pesar de conocerse previamente (por el curro), habían llegado por su cuenta y no sabían ni la una ni la otra que iban a hacer el mismo plan 😉 María, la tercera integrante del grupo que llegó un poco más tarde, era también limeña, pero ella trabaja en la Cruz Roja (en logística). Me dieron buen feeling las 3 desde el primer momento, a pesar de no querer compartir mi tentempié de las 4 de la mañana (platanitos fritos salados).

El vuelo transcurrió sin novedades (al menos para mí, que me lo dormí enterito), más allá de que fue poner un pie en el aeropuerto de Iquitos y romper a sudar. ¡Welcome to the jungle!

Todas en el CREA

La agenda de festejos comenzó con ir a visitar el CREA, un centro donde rehabilitan animales (sobre todo manatíes) y en donde pudimos ver su labor. Después, rumbo a la lancha que nos llevaría a nuestro lodge, pasamos por un mercado. El suri (un gusano tipo los que se comía Pumba en El Rey León) y el lagarto eran las especialidades que vendían, y que sólo Claudia se atrevió a probar (eso sí, no vivo).

El lodge era una maravilla. Desde el atraque del bote (a todos sitios a partir de entonces iríamos a golpe de lancha) recorrimos un caminito idílico hasta el lobby y el restaurante, hecho todo de madera y paja. Los bungalows contaban con todas las comodidades, eso sí, ¡sin Internet! Unos días sin conexión que no me venían nada mal 🙂

Nos movíamos por la selva a golpe de bote

Después de comer (Juan Carlos, nuestro chef gourmet nos dió a probar en esos días las especialidades culinarias de la zona) agarramos todo el grupo el bote rumbo a cazar pirañas. ¡Suerte que yo ya había pescado estando de viaje, si no te acuerdas puedes verlo en Unos días en el paraíso!  Y ese día vimos un estupendo atardecer, que nos conmocionó a todas hasta el momento en el que Carla preguntó (en voz alta) que qué diantres estábamos esperando allá.

Al día siguiente arrancamos a las 4.30 con nuestro estupendo guía Carlos, natural de la zona y con mucha experiencia en materia de turismo, para ver amanecer y delfines rosados. Amanecer vimos, delfines rosados no tantos 😉 aunque alguno asomó el lomo. Pero no fueron los únicos animales del día: fuimos a la isla de los monos y allá pudimos (unas más que otras, que Analú no los tocó ni con uno de sus 3 palos de selfie para sus 3 cámaras diferentes que se bajó a la actividad a pesar de que sólo nos permitían llevar el móvil) jugar con ellos. Creo que Claudia se llevó (con poca discreción, la verdad) a Lucy, una monita de 7 meses. Espero que no tenga problemas con Leopoldo Martin, su gato famoso (puede que tú también lo conozcas, porque sale en los anuncios de Rico Cat). ¿Habías conocido alguna vez a la dueña de un gato famoso?

En la isla de los monos

Después de monos y de baños, donde Carla pudo demostrarnos que era una experta nadadora, volvimos al lodge para la pitanza, y para después embarcarnos en un paseo a ver un tremendo árbol de unos 350 años. Ese día también hicimos caminata nocturna, donde mi compi María decidió que aunque teníamos que apagar la luz de los móviles, la cosa no iba con ella 🙂 Pero bueno, se lo terminamos perdonando porque gracias a ella después de cenar nos pegamos unos bailes.

El grupo al completo viendo el árbol centenario

Correr no corrí demasiado. Aunque algo hice: Piero, el sobrino de Carlos, me llevó a correr por su pueblo (a golpe de barca, porque allá a todos sitios se movía uno en “movilidad”, que es como los locales llaman a los botes). La ruta fue muy divertida, pasando por los 2 pueblos más importantes de la región, y por senderos que transcurrían entre palmeras de plátanos y vegetación exuberante. Pero bueno, a pesar de que el contador no ha avanzado mucho que digamos en la selva, confesaré que descansar así, con esa compañía y en ese sitio, ¡o tiene precio!

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