Vida social en Lima

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A Lima llegué la madrugada del 23 de Octubre. Tenía más planes en la agenda de los habituales para las ciudades (lavadora y buscar lecturas): ver a un primo segundo por parte de padre (Golo) y a una amiga de mi prima Cris (Belén). ¡Un chute de vida social en mi ermitaña rutina!

La cita con Golo no pudo menos que recordarme cuando estuve en Santo Domingo visitando a Manolo, otro familiar de mi padre (puedes ver todo el relato en De oca a oca y tiro porque me toca). Quedamos en un restaurante en el elegante barrio de Miraflores (donde se aloja la jet-set de los habitantes de Lima), y tras probar alguna que otra Pilsen (siendo mi primera cerveza peruana convenía cerciorarme de la calidad) nos acabamos contando vida, obra y milagros.

A Golo, ingeniero de caminos y de una generación (o dos) anteriores a la mía, yo no le conocía personalmente, pero no es de extrañar dados los numerosísimos integrantes de la familia de mi padre. Él estaba en Lima por motivos laborales (aún hay gente que trabaja, aunque no te lo creas, y mucho), y había tenido que dejar sus la familia en Madrid. Vive tan centrado en el trabajo que he decidido volver a verle (y de paso hospedarme en su casa) para que al menos conozca conmigo el centro histórico de Lima 😉 Pero mientras tanto, además de comer juntos (y tomar 2 postres, auguro una buena futura convivencia), dimos un paseo fantástico por la costa limeña. Eso sí bien abrigados y enmascarillados, porque en Lima:

  1. Hace un frío que te cagas por el aire.
  2. Hay que llevar doble mascarilla (e incluso pantalla dependiendo del lugar).
Conociendo a mi primo Golo

Pero mi vida social no acabó ahí. También quedé con Belén, amiga de mi prima Cristina (no es la primera que me veo en estas quedaras con sus conocidas 😉 descúbrelo en Cali y el río Pance). Me citó en Barranco (otro barrio nada de pobres en Lima), pero ¡qué sorpresa de casa! Conviven varios vecinos en casitas bajas, tras una misma fachada en la que poco te esperas el delicioso jardín que comparten. Lupe, hermana de la dueña, me enseñó su cocina, que me dejó tan boquiabierta que tendré que ir de nuevo a ver si realmente se preparan allí los mejores platos peruanos, como fui informada 🙂

Belén y Polo (su chico) se dedican al arte. Belén pinta murales y, a pesar de ser madrileña ya lleva una buena temporada en Lima (y no es su primera vez). Polo también pinta, pero con rotuladores. Él sí que es peruano, pero conoció a Belén en Madrid (dónde pasó parte de su vida). Los tres hicimos un planazo: pillamos tres bicis y nos fuimos a la playa de La Herradura, pasando previamente por el taller de Polo (dónde puedo dar fe que había muuuuchos cuadros y pinturas en piedras e incluso en paquetes de tabaco). El paseo fue precioso, pero lo mejor estaba por llegar…

En la playa de La Herradura vimos parte de un campeonato de body board, en el que parecía tan fácil el tema de pillar olas que nos entraron ganas de entrar al agua a los tres. Además, al otro lado del mar había una pista de bici-cross, en la que ver a las bicis subiendo, bajando y saltando era puro entretenimiento. Pero la guinda vino después. Al lado de una pista de bici-cross había una congregación de motos, sospechamos que todos sin papeles por lo que vimos después. Llegó entonces la policía y, para huir sin ser cazados, toda la prole de motos empezó a descender atropelladamente por el circuito de bici-cross, con la (mala) suerte de que a más de uno lo pillaron y no fue precisamente pacífica la situación entre los policías y los detenidos: a pesar de que yo creí que eran balas de fogueo, hubo incluso tiros al aire. ¡Menos me que luego se nos pasó el susto reprobando una Pilsen (hay que cerciorarse bien de estas birras peruanas, que luego nunca se sabe), y compartiendo una comida criolla!

Con Belén y Polo en bici

Definitivamente, ¡tengo que volver a Lima! Por Golo, Belén y Polo al menos, que no sé qué va a ser de ellos si no…

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