Unos días de turista

1.232K corridos, 139 días viajando

Llevo casi 5 meses viajando y corriendo (procuro hacerme 15km diarios), y me muevo, cuando cambio de sitio, con una mochila de unos 16kg a la espalda. Procuro buscarme rutas adecuadas (de longitud y desnivel), pero siempre acabo corriendo más y más duro. También intento hacer los desplazamientos fáciles logísticamente (en tuk tuk mayormente, o cogiendo algún tipo de transporte económico) porque soy consciente del peso de mi macuto. La realidad es que lo cargo más de la cuenta casi casi siempre. En total, por ahora llevo 396K corridos en Nepal, 582K en India y 246K en Cambodia. Además, por esto de no parar, me he hecho más de una ruta en BTT (si es que los hierros que he alquilado se pueden llamar BTT), trekkings varios (incluyendo EBC, Everest Base Camp) y he cogido con calor más de una vez el kayak. Y en este tiempo me he cansado físicamente poco, mucho y regular… ¡Pero nunca nunca al nivel de estos días haciendo turismo!

Pero empiezo por el principio… Por el principio de mi viaje a Cambodia.

Joaquín, un íntimo amigo de mis padres, me felicitó el año (aún andaba yo por India) y además, como respuesta a mi “menos felicidades y más venir a verme”, me comentó que iba a estar por Asia unos días: Vietnam y Cambodia con un grupo organizado. Yo que soy muy complicada de liar y tengo una agenda apretadísima últimamente 😉 tardé poco en cambiar de rumbo, a pesar de tener el visado a Sri Lanka ya aprobado (gratuíto, todo hay que decir). Entre otras cosas, una razón de peso, tras hablar un poco más de mis verdaderas intenciones con Joaquín de unirme a la parte camboyana, era que se ofreció a darme cobijo en su hotel de Siem Reap. Ojo que ya que tuviera denominación de hotel en vez de hostel subía mucho la categoría a la que yo acostumbro.

Pero encima el hotel era buenísimo: ¡un 5 estrellas, puro lujo asiático! Asique el día convenido pillé un bus desde Kampong Chan lo más pronto que pude para disfrutar de las mieles de tan atractivo alojamiento (piscina; gimnasio; e incluso habitación con una cama más ancha qué larga, batín y zapatillas), mientras que la tropa llegaba de Vietnam. Echando la vista atrás, dadas las pintas que manejaba a mi llegada fue una auténtica suerte que me dejaran pasar :):)

Esa noche nos conocimos todos y cenamos en un sitio no muy lejos del hotel, dónde Carlos, amigo del grupo y guía, nos contó la agenda de festejos del día siguiente. Además fue la primera vez que pudimos hablar de cómo de no fría estaba la cerveza y de que se nos salía el arroz por las orejas, temas que nos gustaron tanto que repasaríamos en todas las cenas.

Básicamente el plan fue visitar Ankor Thom y sus templos. Merecieron mucho la pena el madrugón y el calorazo que pasamos, porque lo que visitamos es simplemente único. Son templos de piedra de muchos siglos diferentes y mandados construir por también muchos reyes diferentes, cuyo conjunto ocupa una supereficie nada despreciable (el recorrido largo tiene más de 20km). La experiencia visual es única: parece que estás metido en una peli de Indiana Jones. En concreto, ese día lo que más me gustó fue el templo de los árboles, Ta Prohm, que tiene de particular que no lo han podido limpiar, y como estuvo algunos siglos abandonado, los árboles empezaron a crecer entre la construcción.

El grupo en Ta Prohm

Esa noche para refrescarnos un poco tuvimos que, además de darnos unos baños en la piscina, encontrar un bar después de cenar para tomar un par de gintos (cherves en mi caso). Eso sí, lo hicimos muy bien y disimulamos de lo lindo con la excusa de acompañar a Raquel a buscar el Hard Rock de Siem Reap 🙂

Al día siguiente, tocaba el templo de Banteay Srei, a una hora en bus del hotel (por supuesto microbus privado con aire acondicionado y botellas de agua gratuítas, recordemos que somos turistas) y después de comer, Ankor Wat (el que siempre aparece en las fotos cuando buscas templo en Google). Impresionante. Ni la perspectiva de salir a pleno sol después de comer con una visita de 2h por delante pudo con ello: fue precioso y disfrutamos la visita de lo lindo, gracias a las explicaciones de Vong (nuestro guía local que nos llamaba cariñosamente “familia”).

Ankor Wat

Con la clara intención de enseñarles a los demás nuestro hallazgo del día anterior, tuvimos que repetir y llegar al bar de al lado del río, donde a Joaquín nada más verle le preguntaron “¿lo de siempre?”, y a mi me trajeron cerveza con premio como a mí me gusta (bajo la chapa de las latas de Cambodia si hay un “1” en vez de un “Thank you”, te dan una cerveza gratis). Desde ese momento el tugurio ascendió de categoría a bar de referencia, aunque hay que reconocer que éramos una pareja fácil de reconocer, entre otras cosas porque yo llevaba tres días yendo a cenar con el mismo outfit (en pijama, para ser exactos, y por eso de mimetizarme con la cultura camboyana cuyas normas en el vestir dictan pijama 24×7). Para cerrar la noche, nos recogieron los mismos conductores de tuk tuk del día anterior, que ya sabían que pagábamos (y bien) y a dónde íbamos.

Al día siguiente tocaba plan más relajado: paseo en barco por el Tonle Sap, el lago de agua dulce más grande de Asia; y visita a un pueblo flotante: Kampong Phluk. Y después de eso despedida 🙁 No sin algún que otro contratiempo: hay que joderse, pero ya van dos veces que me intentan acojonar en el check in rompiéndome en las narices el boarding pass para que luego no llegue la sangre al río… ¡Menos mal que soy una tía zen, que si no ya me hubiera dado un infarto!

Mientras fui turista pude correr sólo dos días, pero reto a cualquier ultramaratoniano o triatleta de larga distancia a que pruebe la experiencia, porque o mis hermanos llevan algo de razón y me estoy volviendo muy vaga, o ¡el turismo es la experiencia más parecida a pasar tiempo en un centro de alto rendimiento que he conocido! ¡Muchas gracias, familia, por estos días! ¡Muchas gracias Joaquín! ¿Para cuándo la próxima?

Con Joaquín

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