Un final agridulce

975K corridos, 115 días viajando

La llegada a Munnar fue peor de lo qué esperaba: el bus nos dejó a 60km del destino bajo con la promesa de que un jeep vendría a por nosotros. Efectivamente vino, pero también lo hizo la lluvia :S Además, me pasó algo qué hacía mucho no me pasaba: me mareé como nunca en el trayecto… Tanto que la flojera me duró todo el día. No sé si por eso o porque cuando salí a hacerme el rodaje diario no hice más que encontrarme cartelitos de zona privada (los campos de té), decidí que ese no era mi sitio, y que al día siguiente continuaría camino hacia Alleppey.

Sin embargo, por la noche compartí habitación con dos francesas que me convencieron para hacer una ruta guiada al día siguiente por los campos de té. Me encantó. Los paisajes fueron espectaculares, el guía hablaba perfectamente inglés y nos explicó mucho tanto de la producción de té como de la vegetación de alrededor y además, el trekking fue bsastante largo y exigente (11km, 1200+). Asique me quedé otra noche y además esta vez el rodaje de la tarde fue más interesante: llegué a una casacada.

En Alleppey hay backwaters (canales) y lo típico es recorrerlos en barca a motor. Como no podía ser de otra manera 😉 yo lo compliqué un poquito y me busqué una excursión en kayak a mediodía, porque por la mañana quería correr por la playa (que había descubierto por la tarde y en la que no me atreví ni a plantar la toalla, porque no había ni un alma en bañador no bañándose). Correr por la playa me trajo una sorpresa desagradable: a medida qué avanzaba, no paraba de ver excrementos, que yo creía caninos, pero empecé a pensar qué eran de otra índole cuando constaté que había huellas humanas hasta cada uno de ellos y que estaban en una especie de agujero. Efectivamente, tuve la ocasión de ver, entre arcadas (mira que soy poco escrupulosa, pero esto me pudo), como más de un indio estaba en cuclillas mirando al mar (y poniendo un huevo). ¡La playa de Alleppey era el váter de sus habitantes, qué ascazo!

Pero me quedé con buen sabor de boca de aquél sitio aún por encima: la ruta en kayak fue fantástica. El guía me recogió en moto, y después de media hora de trayecto entre campos de arroz nos pusimos a remar. Hubo backwaters estrechos y muy anchos, compartimos agua con barcazas y navegamos en sitios desiertos… Hubo de todo pero siempre rodeados de naturaleza exuberante (palmeras en su mayoría que se vencían hacia los canales) y paisajes fotográficos.

Después de estas experiencias, decidí darme un homenaje y coger en el siguiente y último destino de India un súper hostel (en qué ha quedado la idea qué tenía antes de partir de vuelta al mundo de cogerme de vez en cuando un hotel decente, jajajajajjaja, que ahora un hostel con habitación femenina de 6 me parece la panacea). ¡Y acerté! En Zostel conocí a Andrea, una gallega qué pasaba sus vacaciones en India y que acababa de llegar del Norte. Al momento conectamos y pasamos juntas un par de días de relax total: playita, comer bien y descansar, ver puestecitos.

Piscina en Varkala

Aunque, si soy honesta y no maquillo la realidad, he de decir que el segundo día cogímos un tren para ir a una playa idílica, Kollam, pero nos encontramos algo tipo la playa de Alleppy. Sin embargo, lo resolvimos muy bien: encontramos un hotelazo con piscina donde nos dejaron pasar el día, y nos dieron tumbona y toalla (pagando ehhh). Pero gracias a que estaba Andrea por allí, a que Varkala (aunque turístico) me gustó mucho y a que el buen tiempo acompañó, he cerrado India con muy buen sabor de boca y con la lección aprendida. En India las cosas no suceden como esperas de tiempo y forma… Pero eso no es malo: al final, de un modo diferente y con más tiempo generalmente, ¡todo acaba pasando!

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