1.477K corridos, 166 días viajando
Después de Thabarwa me volví a juntar con Ferran para irnos a las playas del sureste de Myanmar. Llegar a allí fue en sí una aventura, porque pese a estar a unos 600km de Yangon, tardamos casi dos días en llegar.
El primer día cogimos un tren y paramos en Bago unas horas para visitar la ciudad, que está a sólo 80km de Yangon, sitio bastante rural y bonito. Intentamos luego coger otro tren dirección Mawlamyine, y tuvimos suerte, pero a la segunda: no quedaban billetes en un principio, aunque luego se liberaron dos asientos en primera clase, y ni tan mal, porque nos quedaba además de ése tren, otro que parecía más bien un metro de la L1 de Madrid pero de los antiguos, ¡en el que pasamos 16h!
Las aventuras en el tren incluyeron varios cambios de asientos, dormir en bancos corridos, comer todo el train food que pasó por delante y pedir una baraja de cartas para quemar el rato a los revisores (no nos atrevimos a jugar con ellos pese a que nos lo ofrecieron varias veces).
Pero por fin llegamos. Dawei es una población mediana de tamaño, que cuenta con un río y con playas cerca. A golpe de moto (manual, que además de ser más barato cuenta con en el aliciente de que al no controlarla tanto tengamos que ir atentos por demás) llegamos a una playa larguísima de arena blanca y con chabolas de paja en la costa (Tezit, al sur). La poca gente que había por allí eran locales, que se extrañaban por cómo miraban de ver extranjeros… O extranjeras en bikini 😉
Mientras seguíamos disfrutando del sol, el relax y no tener mucha conciencia de lo qué estaba sucediendo, las cosas fueron deprisa en España: pasaron de mandar memes graciosos del Covid-19 a estar aislados sin poder salir de casa.
Paralelamente, mi plan de viaje también iba mutando a ritmos de competi: en menos de tres días pasó de ser Lao mi siguiente destino a serlo Malaysia (con billete comprado), Indonesia (en el aeropuerto cuando no nos dejaron volar) a Bangkok, donde terminaríamos finalmente…
Los últimos kilómetros en Myanmar tuvieron un sabor salado (por la brisa de la playa), un regusto de algo bueno que se estaba acabando (Myanmar) y la incertidumbre de algo nuevo, que probablemente nuca (o casi nunca, que Bangkok es vieja conocida) hubiera probado estaba llegando…