Thabarwa: come, reza, ama

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Mi prima Paula me convenció, entre otras cosas (divertidas y tiradas, de rollo y de precio, en su mayoría) de que me acercara unos días a Thabarwa, un centro de meditación y voluntariado cerca de Yangon. La llegada no pudo ser más impactante: creía que llegaba a un monasterio budista, pero, el sitio, a pesar de serlo, es además un pequeño pueblo donde conviven locales, voluntarios y perros, muchos perros. Asique rellené la hoja de registro y me leí las instrucciones que me dieron, de las que me llamó particularmente la atención el que sólo estuviera autorizado, como perro, Jessi a dormir en las habitaciones de los voluntarios… Guauuuu 😉 y me aventuré a adentrarme en el edificio donde me tocaba dormir: USA hall. Para mayor shock, tuve que intuir qué cama estaba libre, con una estera finita a modo de colchón, y autoasignarmela, además de que, a mi parecer 🙂 el entorno no estaba especialmente limpio ni cuidado, y era muy ruidoso. Asique me acordé de mi prima…

No mejoró mucho la cosa el que para hacer tiempo saliera a correr: el calor y los alrededores (bastante secarral y con mucha basura) no ayudaron a convencerme de que la idea de permanecer allí unos días pareciera buena.

Pero… Pasó algo: la gente. Al volver de correr se me presentaron Belén (argentina) y Rebeca (española), qué me dieron una cálida bienvenida y a quienes se las veía, y me contaron, que estaban muy contentas por allí. Después del welcome tour, durante la cena (que consistía en perolos enormes de los que te servías tipo comedor) conocería a más voluntarios, muchos repetidores o qué llevaban tiempo por allí. Asique… Me cambió el chip en un momento: ¡no iba a estar toda esa gente equivocada, mi prima incluída! ¡Estaba en un sitio bueno seguro, sólo tenía que darme tiempo a descubrirlo!

Efectivamente, pasé una noche buenísima, a pesar del colchón y supongo que en parte gracias a la meditación.

La experiencia Thabarwa consiste básicamente en hacer lo qué te da la gana: hay una reunión diaria en la que se apunta la gente a proyectos y meditaciones (propuestas y gestionadas por los voluntarios), y luego se pasa una lata para recoger dinero para la cena del día siguiente. El desayuno, la comida, gestionados como un comedor; y la cama (dormitorio) son cortesía de los monjes. Además, puedes presentarte directamente en las actividades sin previo aviso, y también dejar de ir si no te apetece mucho en ese momento. Vamos, ¡libertad 100%! El centro fue creado por un monje budista que creía que la clave de la vida era acciones buenas (por eso lo del voluntariado) y mente desapegada (por eso lo de la meditación). Además, se autogestiona económicamente a base de donaciones de comida directamente a los monjes, y de dinero que hacen los propios voluntarios.

Entre las actividades que realicé, me gustó mucho el night market del sábado: un camión nos recogió a las 2 de la mañana para ir al mercado de verduras. Una vez allí, nos pusieron en fila tras el monje budista, con altavoz en mano y una grabación (que creíamos que pedía para el Centro, pero no logramos descifrar ni con el Translate, asique puede que en lugar de eso dijera para los blanquitos que os hemos traído para que os echéis unas risas), y tras nosotros unos 10 locales con una camiseta de Thabarwa y bastante buena forma. Nuestro quehacer consistía en poner los sacos, que cuándo llenábamos nos los llevaban los de la camiseta al camión. Los olores (intensos), la gente pasando hipercargada y el suelo lleno de restos de comida son algo que tardará en írseme de la mente. Además, ¡acabamos llenando dos camiones! Y después de desayunar, nos trajeron de vuelta (Rebeca, Edu y yo fuimos el equipo español de voluntarios) medio dormidos entre los sacos.

Tuve tiempo allí para colaborar en la construcción de una casa con material reciclado, hacer la cena comunitaria e ir a comprar al mercado, llenar las botellas de agua de las mujeres de la residencia: hacer acciones buenas. Además también pude practicar yoga y meditación: para fortalecer la mente.

Y por último y más importante: me sentí allí como si fuéramos todos una gran familia la mayoría hispanoparlantes: las argentinas (además de Belén, Cele), Jacinta (chilena), el resto de españoles (Rebeca, Edu, Laila y Álex) y Linda (austríaca pero con buen español). Al final, es el sitio donde más noches seguidas he dormido desde que estoy viajando, por algo, además de por haber pasado el primer par de días mala en cama desde qué viajo (¿Covid 19?) será 😉

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