3.380K corriendo, 413 días viajando
Cuando esperas poco de algo, es imposible decepcionarse. Fue el caso con mi experiencia en Skopje. Llegué sin apenas saber nada de la city y me encontré el hostel más concurrido de todos los balcanes: Get Inn Hostel. Realmente, algo podía haber intuído de las fotos que me mandó Miller, el voluntario colombiano que me contactó por What’sApp antes de llegar, pero reconozco no presté demasiada atención… De hecho, presté tan poca que no me dí cuenta de que en una de las fotos aparecía Thomas, el suizo que me encontré en Gjirokaster (puedes ver dónde nos conocimos en La Albania más otomana: Berat y Gjirokaster).
Asique mi llegada no pudo ser mejor: Miller me esperaba con los brazos abiertos, y encontrarme una cara conocida por allí (la de Thomas) no me vino nada mal, ¡porque había muchísima gente!
La familia del hostel la podrímos definir por nacionalidades. El grupo de los germano parlantes, además de contar con Thomas, lo componían una jovencísima pareja de cicloturistas, Jim (un voluntario también cicloturista pero “más experimentado”), y Jen (una ex-enfermera que se dedicaba a tocar la flauta por la calle). Los americanos eran una pareja de Arkansas (¡guauuuuu nunca me había encontrado a nadie de por allí, pero creo que ellos se quedaron igual de sorprendidos que yo cuando les dije que conocía su tierra!), un chico de Texas (reconocible, sobre todo por su banda en la cabeza que no fallaba, sólo cambiaba de color) y un profesor americano que llevaba rodando por el mundo más de 12 años.
También se podría cracterizar el Get Inn por regiones dónde te solías encontrar a la gente (y mira que el hostel grande no es): cerca del ordenador siempre había un chino viendo noticias, y deambulando por la zona encontrabas a su mujer (lo intuíais por los rasgos, no porque se dirigieran una palabra en esos días). Además, había una chica polaca permanente (estudiaba en la universidad seguridad nacional) que habitaba mayormente su habitación y un inglés que solía estar fumando en la terraza. La chica de Azerbajan prefería la mesa como centro de operaciones para plantar el ordenador y Miller estaba normalmente sentado tras el mostrador de recepción.
Cuando Luca, un serbio conocido de Belgrado 😉 llegó por ahí no pudo más que rendirse a las mieles del hostel y pasar allí muchas más noches de lo previsto… Tras el consiguiente cachondeo de todo el mundo, porque nuestra dinámica era marcharnos por la mañana anunciándo que yo volvería pero que él no lo haría (cosa que recurrentemente no sucedía porque volvíamos juntos). Pero bueno, la querencia por el sitio era totalmente razonable, porque el primer día no pudo empezar mejor: compramos unas birras y nos dimos cuenta que el mejor sitio para sociabilizar era precisamente en el sofá con nuestra nueva familia…
Los días transcurrieron tranquilamente por allí: descansando por la noche (y sin faltar las birras), desayunando pero sobre todo viendo las delicias que preparaba Jim de desayuno a la clientela, y tratando de pillar baño (era una odisea cada vez que lo intententabas). Además, el sitio contaba con un par de juegos a los que más de una vez intentamos dar caña pero fracasamos: puede que la próxima vez intentarlo antes de beber sea la clave del éxito.
Pero bueno, si soy fiel a la verdad, diré que además de allí, visitamos Matka Canyon, y fue de los sitios de naturaleza que más me ha gustado del país. El trekking estuvo entretenido, y tuve la super suerte de dar con un cámara experimentado (Luca trabajó tiempo en producción cinematográfica) para ayudarme con alguna toma que otra corriendo (tengo pendiente hacer un post que llamaré “You still don’t know how lucky am I?”). Y también, pero ésto ya en Skopje, subimos a un monte cercano donde las vistas desde el punto más alto fueron espectaculares. Claro que se nos hizo de noche (muy de noche) y la vuelta al coche no fue tan divertida…
Pero en general, el resumen (que me despisto contando nimiedades) es que ¡Skopje molará un montón, pero no creo que más que éste hostel!