228K corriendo, 43 días viajando
La siguiente parada dentro del recorrido fue Bandipur, un pequeño pueblo medieval con unas cuevas interesantes. Llegar allí fue una aventura de por sí: Holly había marchado para allá el día anterior y con lo único que contaba para encontrar su alojamiento era con una foto de la puerta (jajajajaj, ya podía haberme enviado en lugar de eso la localización). Partí de Sauraha en el mismo bus que Rob, que iba hacia Kathmandu, para bajarme en la junta de la carretera principal (Mogling) y coger un bus dirección Pokhara, donde me apearía antes, en Dumbre para hacer mi última transición hacia Bandipur. Esta extraña combinación de buses la decidí así porque apuesto lor el transporte local: más barato, impredecible y divertido 😉 Todo fue como la seda hasta el último bus, que tuvimos que esperar a que se llenara para comenzar el viaje.
Una vez en el pueblo, preguntando llegué al sitio de la foto, y como Holly aún no estaba me cambié, dejé mi petate en su puerta (por fuera) y me fui a estirar las patitas: los 15km esta vez consistieron en llegar a Ramkot, un pequeño pueblo Newar muy auténtico con casas de adobe. Cuando me junté (por fin) con Holly, me enseñó el pueblo al completo, incluyendo el mejor sitio donde se hacen samozas (unas empanadillas triangulares rellenas de patata, curry y garbanzos, un poco picantes) y un mirador desde el que se ven los valles. Bandipur está en un alto que da a dos valles, cada cuál más verde y con terrazas de arroz. Dicen que desde el mirador se pueden ver los Annapurnas… Yo no tuve esa suerte, llegamos demasiado tarde arriba y el sol ya se había Escondido, pero la vista merece la pena aún así.

Ese mismo día nos contactó Gabi, porque había encontrando en Pokhara uma agencia que nos llevaba a hacer rafting al Tisuli. El paquete (baratísimo) incluía pasarnos a recoger por Dumre, llevarnos al punto de partida, la actividad y devolvernos a cada uno a su sitio (Gabi se volvía a Pokhara, Holly tenía que dormir en Kathmandu y yo volvía a Bandipur). Además, cuando llegamos al lujoso lodge del qué partiríamos en la balsa, como faltaba la mitad del grupo, se preocuparon mucho por nuestro bienestar: nos dieron un Dhal Bat estupendo de comer y nos dejaron esperar en la piscina ¡creo que no sabían lo poco que habíamos pagado!
El grupo eran 7 rumanas que sino fuera por la edad (unos 50) y porque no había novia, habríamos apostado a que eran una despedida de soltera. Nos separaron en dos barcas: una para nosotros tres y un chico de apoyo (claramente la balsa de los machacas) y la otra para las rumanas que querían remar poco y tomar mucho el sol.
Las 2h de rafting merecieron con creces la pena: el Tisuli es un río con aguas tranquilas, donde había que remar según las instrucciones del guía, pero con unos rápidos molones dónde los chillidos de las rumanas se oían desde la carretera. La actividad consiste en montar en una barca grande hinchable (la balsa) con capacidad para unas 8 personas más el guía, que se sienta en la parte trasera. Cada uno tiene un remo, un casco y un chaleco salvavidas, y sólo hay 4 instrucciones: forward (remar para alante), backward (remar para atrás), stop (parar de remar) y down (meterse agachado como se pueda en el centro de la barca pero procurando no dar un remazo al compañero). La sensación cuando se pasan los rápidos es fenomenal, aunque en ocasiones no te cabe duda de que la barca va a volcar… Lo cierto es que no volcamos (eso sí nos bajamos al agua un par de veces para refrescarnos y practicar volver a subir, que es lo más complicado de la operación) y cuando llegamos al punto final, a pesar del cansancio del brazo y de hacerlo con los labios morados y tiritando de frío, te quedas con ganas de alargar… ¡O repetir en otro momento!