Providence Home con Rodri

7.065K corridos, 790 días viajando

Una de las cosas importantes que sabía que tenía que hacer en Uganda era ver a mi primo Rodri. Él es fisio especializado en neuro (especialidad dedicada a tratar a personas con algún tipo de reducción en la movilidad). Recién terminada la carrera, se plantó en Nkokonjeru, un pueblo en mitad de la nada para ayudar a los niños de Providence Home. En concreto, el centro acoge a niños con algún tipo de discapacidad dándoles tratamiento, alojamiento, comida (y cariño); y es regentado por monjas (las Little Sisters).

Así que, después del incidente de Jinja (lo puedes recordar, que yo no, en Una historia desagradable) me junté allí con mi primo, no sin los problemas que conllevaba quedar sin tener móvil. Al final lo hicimos a la vieja usanza: a una hora en un sitio concreto. Y después de terminar cada uno nuestras gestiones: yo mercarme un nuevo móvil pagando lo mínimo, y mi primo intentar ampliar su visado (sin éxito); nos dirigimos juntos en matatu a Providence Home.

Fue una pena que nada más llegar ya tuviéramos fecha de salida: el 28 mi primo, en vista de su no éxito con la visa, marchaba rumbo a Tanzania, para continuar sus andanzas como voluntario. ¡Pero eso nos hizo disfrutar más de nuestro tiempo por allí!

Al llegar cenamos con las monjas, rutina que sería nuestro habitual de todas las noches. Las sisters poco tienen que ver con las monjas a las que yo acostumbraba (a las de mi cole). Para empezar son muy jovenes, y se están riendo todo el rato (mención especial al programa que ven durante la cena, parecido al Humor Amarillo de mi época). Además son bastante flexibles: la única norma, según Rodri, era llamarlas sisters 😉

Compartíamos comida y cena a diario (una comida estupenda, dicho sea de paso), pero no fue lo único: pude hacer con ellas y con la gente de la casa varias actividades. Para empezar, ví cómo curraba mi primo con la gente de allí. Eso me impresionó bastante: cómo además de tratarles, intenta mejorar (en la medida de lo posible) su calidad de vida. La verdad sea dicha, la calidad de vida de los niños de Providence Home es bastante buena: tienen un sitio para estar, juegos, tratamiento y cuidados.

Además, eché una mano en la panadería (tenían una panadería dentro del centro, en la que integran empleados con discapacidad y empleados sin ella), regentada por Sister Jane y Sister Estella. ¡No es tan fácil como parece hacer pan! Y también intenté echar un cable con temas de ofimática: Excel. Pero los ordenadores los carga el diablo 😉 de ahí su incompatibilidad con Sister Elizabeth (además de ser la madre superiora, es buena discípula de Dios).

Con Rodri hacia KavuleEquipo Nkokonjeru – Kavule

También tuvimos un día una jornada especial de puertas abiertas. No fue en el mismo Nkokonjeru, si no en un pueblo a 24K de Providence. Para ello, mi primo se armó de valor y pedaleó (y empujó) una bici con una sola marcha y sin freno, que debía pesar más que él. Si en alguna ocasión he pensado que la meta está está en el camino, ¡ése día me reforcé en la idea! Hicimos un equipo buenísimo, con varias paradas, al más puro estilo cicloturista, para zampar (chapati en este caso) y beber.

Corriendo hacia KavuleCorriendo hacia Kavule

Las jornadas me llamaron mucho la atención. El centro de Kavule también es religioso, y está regentado por 3 monjas que viven bastante aisladas allí, que nos acogieron con los brazos abiertos. Tienen mucho poder de convocatoria: gracias a ellas quedan enterados todos los alrededores de que van a hacer un evento y los críos acuden con sus mamis. Las jornadas consisten en que, gracias a la valoración de mi primo como fisio, y a la de Sister Regina como orientadora social, determinan el problema del chaval y las posibles soluciones (ir al médico, recibir fisioterapia, etc.). Pero ¡se lo toman en serio de verdad! Y por ejemplo, en lugar de “mandarlos al médico”, la monja incluso llama para saber qué especialista le toca y cuándo podrían acercarse. ¡Es una labor muy buena!

Con el boda-boda de la casaCon el boda-boda de la casa

Bueno, pero además de obra social y deporte, por allí también hubo tiempo de cachondeo. Fuimos un día en el boda-boda de la casa (vivíamos como reyes: teníamos hasta boda-boda, por no mentar mi cuarto con baño particular ¡y agua caliente!) a cerca del lago Victoria el equipo formado por Ivan (trabajador del centro amigo de mi primo), Rodri y yo. El sitio mereció la pena, pero más mereció tomar una cerveza jugando al billar con los locales. También probamos el ludo: una especie de parchís enorme en el que se juega apostando. Cuando jugué de pareja con Ivan creímos que era la primera tanto muzungu como mujer que jugaba en ese tablero, pero aún así no tuvimos mucho éxito (y sin duda Ivan lo achacó a mi manera poco enérgica, comparado con los locales, de tirar los dados).

Farewell de RodriFarewell de Rodri

Y para terminar nuestros estancia en Providence Home, el último día prepararon una fiesta de despedida. La realidad es que mi primo había estado por allí casi 6 meses, así que el jolgorio que montaron fue impresionante: incluso mataron una cabra en su honor. Además de cabra, hubo una cena buenísima, tarta, cerveza (que no entraba ni en la nevera) y regalos. Sandra (una filipina que llevaba tiempo colaborando en la asociación) se encargó de ésto último y nos regaló sendos pañuelos (leso en ugandés) muy ugandeses que mi primo no dudó en estrenar al momento. ¡Listo para sus nuevas aventuras en Tanzania! ¡Gracias sisters!

Con atuendo ugandésCon atuendo ugandés

 

1 thought on “Providence Home con Rodri”

  1. Que bonica “aventura”, me encanta y compensa lo desagradable de la anterior experiencia.Un aplauso por tu primo y las sisters!

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