259K corridos, 46 días viajando
Ayer hice mi segunda carrera por aquí: Nepal Impact Marathon 2019. Había que escoger entre distancia de 10K (600+) o 21K (1200+), jeje, porque la maratón aún no la contemplo. Me decidí por la de 10K porque era más tarde (el bus que nos recogía salía a las 8 en lugar de a las 7), era más barata (15$ vs. 20$) y porque, pese a que creía que estaba mejor para algo largo, dado el volúmen de kilómetros que estoy metiendo, pensaba que no me vendría mal hacer algo con chispa.
La carrera estuvo muy muy bien: de nuevo, el paisaje y ambiente impresionantes, además de ver ya a gente conocida 😉 En el briefing de justo antes de empezar me distraje un poco, pero me quedé con la copla de que justo antes de meta nos tocaba bajar mucho mucho, luego nos darían una goma de pelo (en aquel momento no entendí muy bien el por qué) y luego nos tocaba subida. Y empezamos a correr…
Esta vez no me costó mucho ponerme a la cabeza casi desde el primer momento… Y además no siendo muchos me quedé corriendo sola pronto, con muy buenas sensaciones. Pronto (claro, no eran más que 10K) vino la bajada tras la que yo sabía iba la subida, pero lo que me sorprendió fue ver a un corredor andando en dirección contraria. Le pregunté si iba todo bien, y me contestó que sí. Más tarde ví a otros dos corredores más, de nuevo andando en dirección contraria, que me animaron mucho… Y entonces comprendí: ¡había qué bajar para que te dieran la goma y luego volver a subir por el mismo camino!
Pero mayor fue mi asombro cuando vi que llegaba al punto de la gomita, ¡eso quería decir qué iba la cuarta de la general! Asique empecé a apretar (aunque fuera para arriba) para ver si cogía a los chavales que me habían animado… ¡Eso sí, sin dejar de chocar o aplaudir a los corredores que bajaban (la mejor parte de la carrera)!
Cuando estaba estudiando económicas, en cuarto se me ocurrió echar los papeles para una beca para estudiar dos meses en verano en Chicago, en la universidad de Loyola. Daban 5 para toda la Complutense, por orden de nota media en la carrera, pero los requisitos y el anuncio eran cuanto menos raros… No conocía ni Dios la beca, y exigían haber cursado un Erasmus, título de inglés vigente, que tuvieras aprobado un número mínimo y máximo de créditos. Asique, pese a que era consciente de que era muy difícil conseguir la plaza dado el número reducido qué había para todos los alumnos de la Complu, por si acaso lo eché. Quedé la sexta: primera suplente :S Enseguida supe dos cosas: por un lado que no iba a haber nadie que renunciara (dada la comolicación a la hora de inscribirse), y por otro, que prefería haber quedado, o de los 5 primeros, o muy por debajo, por esto de que no te dé tanta rabia.
Este pensamiento me vino también el día del trail, con las mismas conclusiones: por un lado, los 3 primeros a su vez estarían apretando (por lo que me sería imposible cogerlos), y por otro… ¡Cuarta no! A un puesto de subirme al cajón con chicos… Para eso prefería quedar mucho más atrás. Pero así fue, cuarta. Eso sí, primera chica…
Hace un par de años, mi hermana Jimena, Tuko, Kili (la perrita de Tuko) y yo fuimos a hacer un trail nocturno en El Berrueco. Había distancia de 14K (la que hizo Tuko), de 8K (la mía) y otra de 2K (a la que se había apuntado Jimena). Cuando iba a salir la de 2K, mi hermana se sintió fatal al ver que sus competidores como mucho tenían 10 años e iban acompañados de sus papis… Pero para arreglar un poco la cosa, Tuko, Kili y yo corrimos con ella. Claro que eso ha quedado para siempre entre nosotros como una anécdota que nos encanta contar: cuando Jimena se apuntó al “chikitrail”.
Pues en esas cabilaciones andaba yo cuando me cercioré de que la segunda mujer tenía 16 años, y su hermana de 11 había quedado la tercera: ¡Jimena me iba a vacilar (con razón) como nunca!

Por último, para completar el día, me dieron a modo de trofeo ¡un machete! A ver cómo meto eso en el próximo avión que coja 😉 Aunque hay que decir que en los aeropuertos hay un vacío legal en torno al transporte de los trofeos: a la vuelta de Niza, el año pasado, ¡volé con una copa como equipaje de mano (pesada y grande) y no me pusieron pegas!