9.722K corridos, 1.038 días viajando
Llegar a SA fue de por sí una aventura. Mi bus salió de Harare a las 6pm y prometía dejarme en Musina, una población al norte del recién estrenado país, a las 7am del día siguiente. Allí me estaría esperando Jaques, un trabajador de Tshipishe Forever Resort (dónde pasaría los días siguientes).
La primera desventura vino porque tardamos una eternidad en pasar la frontera, y cómo íbamos con mucho retraso, el conductor del bus se negó a entrar a Musina y nos dejó (a otra pareja y a mí) literalmente en medio de la carretera. Desoyendo las instrucciones que me había dado Jaques cuando aún tenía cobertura (al otro lado de la frontera), cogí un taxi compartido con la pareja, y llegamos a Musina sin más contratiempo que el de intentar localizar a mi contacto un par de horas más tarde y desde otro punto de la city. ¡Pero lo conseguí! La pareja con quién viajé en el taxi me prestaron el móvil y me acompañaron hasta que Jaques llegó (creo que tenía mucha pinta de turista y temían que no me las fuera a apañar, o qué me pasara algo peor, que te recuerdo que SA es de los países más peligrosos del mundo).
Big Tree
En Tshipishe me esperaba un súper resort con balneario y una montaña para correr, pero lo mejor fue la familia de Jaques. Me llevaron a ver el Big Tree (un baobab milenario) y me introdujeron en la braai (que es cómo llaman a la BBQ por aquí por estas tierras).
De ahí me dispuse a partir a Johannesburg, porque, a pesar de todas las recomendaciones que me habían dado en Zim de no hacerlo, no tenía otro remedio si quería alcanzar Cape Town. Después de desayunar, me acerqué a llamar a un taxi (más bien que me llamaran desde la recepción de mi lodge) para intentar de la manera que fuera posible llegar a la city antes de la noche (me separaban unos 500K). La solución prometía: me vendría a buscar un taxi compartido (recomendado por una recepcionista, es decir, sin aparente riesgo) y me dejaría en el barrio de mi hotel en Johannesburg. Tras un retraso de 2h, el vehículo llegó a recogerme, y me metí en una minivan llena de pasajeros y con las ventanas selladas el día de más calor de esa zona (según los expertos).
No contentos con el retraso, y con los chorretones de sudor que nos caían a todos por la frente, paramos infinitas veces, y después de un viaje de más de 9h el conductor decidió que se paraba a 40K del destino a esperar a más pasajeros. Era de noche y estábamos en una estación de servicio que no me gustaba un pelo, así que decidí pedir un Uber (y pagar casi tanto como me habían cobrado por la totalidad del trayecto) y salir de allí cuanto antes…
En Voco
Pero no todo serían desventuras por allí: me esperaba en la city un hotelazo urbano, de lo mejorcito que he probado: Voco Johannesburg Rosebank. Allí me recibieron con los brazos abiertos (y unas frutas desecadas) y pude descansar de las desventuras del transporte sudafricano.
Al día siguiente me envalentoné y fui a correr por los barrios aledaños (muy lujosos y 0 peligrosos), y luego hice un free tour por la ciudad. Conocí en el free tour a Jessica, inglesa y de paso entre Zim y SA; y también ese día en el bar del Voco conocí a Georges, un libanés que estaba de viaje de trabajo por allí, y con quién compartí una cerveza para aplacar la pena que nos dió que a España nos echaran del mundial. ¿A quién de los 2 volveré a ver en mi próximo destino, Cape Town?