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Mi prima Paula lleva tres meses viajando (la tara parece que es de familia, no soy la única a la que me falta un tornillo), y de manera muy alternativa asique nos pareció buenísima idea juntarnos en Myanmar para viajar juntas. Además, a mi también me pareció una idea estupenda, siendo sincera, porque Paula es como su madre: muy eficiente y muy práctica, y esto en términos de nuestro viaje significaba que, en una semana que compartiríamos, seguramente pudiéramos ver un 90% de las cosas importantes del país (cosa que, dado que llevo, ejem algo de retraso: apenas 4 países en casi 5 meses, me venía debuti), y que sería ella la jefa y yo iría como maleta (que, para qué nos vamos a engañar, también me pareció debuti).
Total que cuando aterricé en Yangon, ya sabía a donde dirigirme: Paula había incluso pagado el hostel 🙂 y después de besos besos y abrazos abrazos, nos dimos las buenas noches con la intención de al día siguiente ver un par de cosas importantes por la city (la pagoda Shwedagon Paya, el lago de Kandawgi Park y un mercado cercano al hostel) y pillar un bus nocturno a Pekon. Pekon Lake era el sustitutivo del Inle Lake, ya que a mi prima le convenció una chica en un hostel de que ni las guías ni leches, que el bueno era el Pekon Lake porque el otro era muy turístico.
Y la verdad es que algo de razón había en aquéllo: nos plantamos a eso de las 5 de la mañana en un sitio tan remoto que creímos tener que pedir alojamiento a la pareja de birmanos que nos dieron de desayunar… Aunque no llegó la sangre al río: ¡había un hotel! Eso sí, fuimos y seremos las únicas huéspedes en mucho tiempo (calculo que desde que la chica que recomendó a Paula el pueblo se dejó caer por allí). Pero bueno, la verdad es que el sitio fue muy tranquilo y agradable, y vimos tanto un amanecer como un atardecer espectaculares. En el medio, como tampoco teníamos nada mejor que hacer, hablamos con un monje del sitio que intentó enseñarnos un museo pequeñajo y desangelado que había por ahí, pero no hubo manera: hasta tres compañeros suyos vinieron a echarle un cable con el manojo de llaves que llevaba, sin éxito y mientras mi prima se empeñaba en decirle mediante gestos al padre superior monje budista que hiciera el favor de quitarse las sandalias, como le habían obligado a ella, ya que estábamos en sitio sagrado.
Al día siguiente, en aras de ahorrar, decidimos ir al Norte del Inle Lake en barco público: así además de ser más barato, nos ahorrábamos el correspondiente paseo en barquita que te recomiendan hacer. Pero nos pasamos: la barca (que no barco), tardó 7h en recorrer el trayecto, y acabamos medio insoladas y con el culo plano, porque ¡no había ni asientos!
Eso sí: vimos todos los pueblos flotantes del lago, y echamos cuentas y vimos que habíamos gastado tan poquito desde que nos juntamos que… ¡Puede que nos quedemos con el presupuesto que tenemos un año más en Myanmar!