Muzungus, Africa your way

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Después del buen comienzo que tuvimos Joseba y yo tomando cerveza en Kampala (no te lo pierdas: La capi de Uganda), el viaje con su grupo (Muzungus, Africa your way), prometía.

Empecé conociendo a una de las chicas, Mery, en el mercado de comida Nakasero (un mercado al aire libre en Kampala) el día anterior a conocer al grupo completo. Ella venía sola a Uganda desde Tenerife, donde ejercía de enfermera. ¡Poco sabía yo en ese momento que sería mi compi de habitación en todo el recorrido con el grupo!

Familia de rinos

La mañana en que nos juntamos nos dirigimos, en la furgo de Joseba, hacia Ziwa Rhino Sanctuary. El sitio en cuestión era un parque que albergaba 33 rinocerontes, que, gracias a la gestión privada del personal, habían logrado llegar a ese número desde un par que hubo al principio. Nosotros vimos ¡hasta 10, divididos en 2 familias!

Los rinos de ZiwaLos rinos de Ziwa

En el viaje en furgo hasta allá me había dado tiempo a conocer a parte de la segunda fila del vehículo: Coti era una argentina afincada en Madrid con un negocio molón: tenía una escuela de perros (PerroBueno), ¡y le iba como un tiro en el business! Y Pilar era ingeniera química, la más veterana del grupo con un CV impresionante en materia de viajes.

Por la noche llegamos a Masindi, donde Patrick y Bernard (el equipo de apoyo ugandés, cocinero y chico para todo, que nos escoltaban en todo momento con otra furgo) nos tenían preparada la cena. Mención especial a cómo comimos esos días: el equipo de muzungus, además de preparar comidas exquisitas (ensaladas siempre con aguacate, sopas variadas e incluso creps y postres para, como yo, amantes del dulce), se aseguraron con las cantidades de que engordáramos un par de kiletes.

Tomando una cervecita en el hotel más antiguo del pueblo, que presumía ser donde exploradores de la talla de Speke o Burton se alojaron en su día, Joseba con mapa en mano nos enseñó cuál sería nuestra ruta al día siguiente: nos esperaba el Murchinson National Park.

Alcancé al grupo cuando estaban terminando el desayuno: después de mi carrerita diaria. En principio, yo estaba bastante relajada con el tema del running, pero claro el equipo médico de Las Palmas de Gran Canaria me presionó mucho al respecto 😉 La fila de atrás del la furgo (las últimas componentes del grupo que me quedaban por presentarte) la formaban María y Yanire, con especialidades de rehabilitación y neurocirugía respectivamente en materia profesional, pero con la especialidad en materia social de meterle música y risas al grupo. Y de ahí (después de que me llamaran a voces un montón de veces para que bajara mi “mochilita” a la furgo), partimos rumbo al parque.

Jirafas en MunchinsonJirafa(s) en Munchinson

Nos recibieron unos elefantes en la entrada del parque. Y luego las jirafas, montones de jirafas por todos lados. Ya son viejas conocidas para mí (te cuento cómo las vi en Toma de contacto con Uganda: Entebbe y los lagos), pero aún no dejan de sorprenderme. Vimos un león primero agazapado y luego montando una leona. Es un decir, porque agazapado era sólo posible gracias al zoom de última generación de Coti, y en montar a la leona no tardó ni 2 segundos en terminar 🙂 Pero a la mañana siguiente, sí que vimos más felinos: lejos pero por lo menos 5.

Después de acampar en el parque (¡guauuuu!) debajo del árbol donde normalmente reposaba un leopardo, nos levantamos al alba para seguir nuestros avistamientos. Ese día vimos un montón de gamusionos (como llamaban María y Yanire a los alcéfalos bucéfalos), algún otro león y elefantes, pero lo más bonito fueron las cataratas de Murchinson.

Cataratas de MurchinsonCataratas de Murchinson

Al día siguiente, furgoneta rumbo a Kelele. Empezamos con un pinchazo y terminamos quedándonos tiradas en una cuneta por no sé qué de un humo blanco que salía por el tubo de escape. No llegó la sangre al río: en menos de 1h (sin sol y con avituallamiento) un matatu nos recogió (ojo, y solo para nosotras: en mi vida había subido a un van tan vacío en Uganda) y sólo llegamos al centro con un poco de retraso.

Kelele África es un centro, dirigido por gente española, que se dedica a ayudar a la región de Rweteera (que yo ya conocía, desde que estuve en Rweteera Safari Park). Chelo, la persona que lo lleva, empezó con el proyecto financiando un taller de costura, y ahora además tiene un cole, ayuda a financiar algún tema sanitario y tiene un sitio precioso, a orillas de un lago, para hospedar a todo el que pase por allí.

Nuestra actividad estrella fue hacer un rutón espectacular por allí (ojo, que yo ya me conocía la zona), las chicas (por si no te habías dado cuenta, a excepción del guía, éramos todo chicas) en bici y yo corriendo. ¡Brutal!

Equipo bicis Kelele

Y después de aquello, tocó hacer el petate y pegar mangas con Chelo y parte de su equipo, que iban dirección a Kampala. Además de en el coche (que esas 7h dan para mucho), gracias a la cena conocí a Pedro y a Danae (ambos estudiantes de Relaciones Internacionales, que estuvieron en el centro de Chelo de prácticas), a Carlos (encargado de la parte del turismo del centro) y a Mayte (voluntaria también por allí). ¡Me acogieron como una hija: lástima que se tuvieran que ir tan pronto (pillaban al día siguiente vuelo)!

 

 

 

 

 

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