Semana en Montenegro acompañada

2.980K corridos, 367 días viajando

El tiempo pasa volando si estás en buena compañía. Con Laura y Rubén voló por Montenegro, ¡y eso que nos recorrimos el país en una semana!

Nada más llegar, esperé a mis amigos corriendo (menuda novedad, ¿15K al día?), y en cuanto llegaron decidimos hacer 2 noches en Podgorica. La ciudad no estaba mal y no éramos ninguno de los 3 de muchas prisas. Además, habíamos logrado elegir el apartamento entre las 8 opciones que nos dió Rubén; y la ruta por el país, escogiendo 5 lugares entre sus 20 posibilidades. ¡No está mal!

El día transcurrió felizmente. Hacía tiempazo y aprovechamos, además de para pasear por la city y tomarnos cafeses y birras, para comprar en el súper y dejar atado el coche de alquiler. Al día siguiente partiríamos hacia el parque nacional de Durmitor, pasando por el monasterio de Ostrog (incrustado en la piedra).

Además del monasterio, paramos en Niksic (la segunda ciudad por tamaño y pobación) a comer. Y, de casualidad, haciendo otra pausa en el camino, vimos un atardecer tan preciosísimo que incluso pillamos a la camarera del bar, a orillas de un lago, haciendo fotos (que supongo acostumbraba a tener esas vistas a diario). ¡Fenomenal!

En Zabljak (a los pies del parque nacional de Durmitor) nos esperaba una casita de madera estupenda, Apartmant My Home, donde nos encantó llegar con la estufa encendida y ver que podíamos hacer movie night. No tendríamos tanta suerte al día siguiente porque amaneció lluvioso :S Aún así, nadie nos quitó rodear el lago cercano, aunque ¡qué pena de niebla! Lo bueno es que gracias a eso nos dió tiempo a pasar por un puente sobre el río Tara muy fotogénico, aunque nos quedamos con ganas de probar la tirolina que cruzaba el cañón (no sé si por Covid-19, por el tiempo o por estar fuera de temporada, ¡el caso es que estaba chapada!).

Rodeando el lago del parque nacional de Durmitor

Esa noche hicimos kilómetros (hacia el buen tiempo en lugar de para el mundo) y curvas (millones de curvas), y llegamos a Plav. Además de la casa caliente, nos dieron de cenar (bueno, de desayunar a las 9 de la noche, porque el menú eran bollos, zumo, queso y mermelada). Sin embargo, a la mañana siguiente, la fortuna estuvo de nuestro lado: ¡sol radiante!

Nos pusimos en marcha Laura y yo para correr un poquito arededor de un lago cercano pero tuvimos percances: el barro y las zapatillas no se llevan muy bien (jeje, o se llevan demasiado bien y el barro absorbe a las zapatillas). ¡Fallos del directo! Eso sí, cuando ya no teníamos nada más que perder (me refiero a Laura, que fue la que perdió la zapa en el barro), pues seguimos corriendo porque total… ¡Somos unas campeonas!

Después, ya con Rubén, nos acercamos al parque nacional de Prokletije a hacer una rutita. A pesar de considerar todo bastante regu señalizado y bastante difícil (partimos de un valle rodeado de montañas bastante escarpadas), conseguimos hacer una ruta nada despreciable. ¡Y con unas vistas estupendas!

En el parque nacional de Prokletije

Nuestros días en los parques nacionales creíamos habían terminado, y nos pusimos rumbo a la civilización. ¡Cetinje, la capital histórica de Montenegro nos esperaba!

La realidad es que no nos esperaba nadie, porque al llegar no fuimos capaces ni de encontrar la casa en la que supuestamente íbamos a dormir (con extraño tejado blanco según las fotos) ni de contactar con ellos. Asique nos tocó alojarnos en un hotel, Pansion 22. Y o a mí se me están olvidando lo que son los hoteles, o éste me pareció buenísimo. Eso unido a la alegría de no tener que dormir en el coche y a una cervecita (de litrona comprada en gasolinera) hicieron que fuera una noche ¡redonda!

Además, al día siguiente ¡corrimos los 3! Creo que desde India no he corrido por el mundo con más de una persona, ¡que ilusión! Hicimos un trayecto sencillito pero que nos permitió ver toda la city (incluso 2 ó 3 veces el palacio azul) y por supuesto encontrar la casa con tejado blanco (claro, no se ve igual de día que de noche). Culminamos el entreno apretándonos unos bollos de semillas de amapola sentados en un bordillo (esque en Cetijne, como medida anti Covid-19, sólo te daban comida to take away).

Corriendo por Cetijne

Por la tarde nos acercamos al parque nacional de Lovcen a dar una vueltecita (mucho tiempo sin parques nacionales). Hicimos una ruta circular preciosa, que culminó con unas vistas a la bahía de Kotor espectaculares. Además, contamos con perros como compañía… La verdad es que, dado que Laura da amor a todo peludo el que pasa, en todos los destinos hemos tenido compañía perruna 😉

Vistas de Kotor desde el parque nacional de Lovcen

Y luego pusimos rumbo a Bar, donde al día siguiente despediríamos a Rubén después de ver Stari Bar (las ruinas de la ciudad antigua). Seguimos Laura y yo dirección a Budva, pasando por una extraña isla que tiene sólamente un hotel (Sveti Stefan). Cuando llegamos, paseamos por la ciudad histórica, y conseguimos una cerveza y un vino para llevar (maldito Covid-19). En vista del éxito, nos fuimos pronto a la cama para aprovechar el último día de Laura.

En la subida a la fortaleza de Kotor

¡Lo despedimos por todo lo alto! Corrimos 16K en Budva, y nos pusimos rumbo a Kotor. Allí, además de comer unos calamares a la brasa típicos, subimos a la fortaleza. El camino mereció mucho la pena, porque desde allí las vistas fueron espectaculares. Qué buena despedida, pero no definitiva: ¡estoy segura de que Laura vuelve a cruzarse en mi camino antes de lo que epero!

Última ruta con Laura

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