Más de 48h de viaje: un tren, un bus y una frontera

8.956K corridos, 962 días viajando

Me la jugué mucho casi sin acordarme de las malas experiencias que había tenido en materia de aduanas en Honduras (no te pierdas 170€ de multa y 5 días para abandonar el CA4). Pero me salió bien 😉 aunque no sin tener el corazón en un puño durante el larguísimo viaje.

Empecé recorrido en tren en Dar es Salaam, el viernes 23. La salida programada era a las 15.50, para lo que me hicieron personarme en la estación con más de 1h de antelación, a pesar de tener mi billete comprado desde hacía casi una semana. El plan era llegar a Mbeya al día siguiente, a las 14.11 exactamente, y de ahí coger un transporte (dala-dala, el autobús barato, a ser posible) hacia la frontera, que estaba a 100K ó 2-3h. Una vez pasado el trámite antes de las 20h que cerraban la aduana (mi visado caducaba el mismo 24, y la multa a la que me arriesgaba si no cumplía era de 600$), ya vería qué hacía para llegar a la capi de Zambia, Lusaka.

TazaraTazara

Salimos de Dar (para mi desesperación) con más de una hora de retraso. Pero ya en la sala de espera de primera clase (poco hemos comentado que tras mi estancia en Dar, Despedida de Tanzania en altas esferas, parece que me he acostumbrado a la buena vida), pude empezar a hacer conexiones: a Samir, originario de Iran viajaba a cerca de Mbeya con su familia, lo conocía porque me traducía los anuncios que hacían por megafonía en swahili respecto a los retrasos y demás.

Una vez en el tren, que parecía que se movía (¡bieeeeeen!), me presenté por las buenas a los mzungus del compartimento de al lado: John (un inglés que estaba viajando y que venía de pasar ¡5 meses! en Zanzíbar) y Kaka (un japonés al que apodamos así porque sabía tan poco inglés que hasta mucho más tarde no logramos averiguar su nombre). Les comenté mis apuros de tiempo y acordamos que si se ponía fea la cosa cogeríamos entre los 3 un taxi.

Viaje en trenViaje en tren

A pesar de tener en la cabeza mis jaleos logísticos (que parecían resueltos, pero nunca se sabe: Samir me dijo, como experto en la línea Mbeya-Dar que no era poco común que el tren se retrasara hasta 8h), pude disfrutar muchísimo del viaje. Los paisajes que se veían en ese tren antiquísimo que no iba a más de 20km/h eran preciosos y súper pictóricos. Además, pronto descubrí una de los hobbies de John: la fotografía. No contento con echar un par de fotos, estuvimos probando desde diferentes ventanas, con lo que además de cientos de recuerdos en el móvil nos llevamos puesto un atardecer de esos que hacen historia.

Y después de compartir chais y chapatis en la cafetería en las comidas, y una vez pasada la noche (mi billete me daba derecho a una litera bastante aceptable), ¡llegamos a Mbeya! Y como sólo lo hicimos con una hora de retraso, nos envalentonamos y en lugar de contratar el taxi, pillamos el mítico (y barato) dala-dala.

Resultado: llegamos a la frontera a las 18h. ¡Nada mal, para como podía haber terminado! Y la verdad sea dicha, el trámite esta vez fue de lo más rápido y sencillo: en apenas 1h teníamos el sello en el pasaporte.

En la fronteraEn la frontera con nuevos compis

El siguiente paso de mi grupo (aún estaba con John y Kaka) era buscar transporte para la mañana siguiente destino Lusaka, y alojamiento para pasar esa noche. En estos trámites recordé lo poco que me gustan los pueblos fronterizos: polvorientos, desordenados y con gente por todos lados muy dispuesta a hacer todo tipo de negocios dudosos con cualquier recién llegado.

Nuestros paseos resultaron en que encontramos un bus que salía a las 3.30 de la mañana, y una pensión carísima que nos dejaba una habitación con una cama y un saloncito con un par de sofás. Pero después de haber pagado a 2 tipos que se empeñaron en guiarnos, habernos perdido en ese lío de calles y haber gastado la poca energía que nos quedaba, fue nuestra mejor opción. Eso sí, a pesar de tener nueva compañía, no me corté un pelo y volví a mis andadas (¿dónde quedaron los modales que recién practiqué conviviendo con expats?): regateé lo que pude tanto en el bus como en la habitación, aunque tuve poco éxito y casi nos dejan en la calle en el alojamiento.

Así que maldormimos y al día siguiente cogimos el bus que cubriría los 1.000K que nos separaban de la capital, en nada menos que ¡19 horas! Pero no fue tan malo como parece: pegué la naríz a la ventana y ví el norte de Zambia. Pasamos por paisajes de tonalidades amarillo-rojizas, que bien me recordaban a los colores del otoño. Y también descubrí un nuevo árbol, que estaría presente también en la capital: la jacaranda (grande y con preciosas flores moradas).

¡No está mal, al menos en materia de transportes y paisajes, la entrada al país!

Bienvenida a ZambiaBienvenida a Zambia

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