Lampang: un oasis en medio de Thailand

2.210K corridos, 276 días viajando

Cuando mi bus llegó a Lampang, tuve la percepción de que iba a ser un sitio que me traería cosas positivas, a pesar de que bajé la bici del maletero, y además de haber perdido uno de los bidones, se me había salido la cadena. Cuando empecé a toquetearla, se me acercaron un par de tailandeses y sin mediar palabra (en inglés) ¡me la arreglaron!

Empecé entonces mi búsqueda de hostel como acostumbro: había marcado un par de ellos en maps.me (los más baratos según Booking.com) y allá que iba, a intentar rebajar el precio negociando con el propietario. Como habitualmente, me paré en uno qué me encontré por el camino no marcado, The Riverside Guesthouse, porque me engañó su nombre: cuando estaba entrando me di cuenta de que era un hotelazo en toda regla. Estaba justo dando media vuelta cuando salió la propietaria y me preguntó en su inglés con acento francés: ¿vosotros sois los que venís en bici desde Ko Kut? Claro, me quedé paralizada…

The Riverside Guesthouse

Entonces caí: ¡me había hablado de ella Zoe, otra francesa simpatiquísima (y propietaria de un estupendo resort) de la isla! Al explicarle los planes de recorrer el país en bici, me contó que tenía una amiga que llevaba un hotel (boutique) en Lampang. Claro que yo no presté demasiada atención dado que mi presupuesto no daba para hoteles (boutique)… ¡Hasta ese día! A Lorenza (la dueña) le hizo tanta ilusión qué hubiéramos llegado hasta allí que nos dejó la habitación al mismo precio que acostumbrábamos a pagar (menos de la mitad del precio de la habitación).

Vista desde el otro lado del río de The Riverside Guesthouse

¡Qué ilusión le hizo a Ferran cuándo llegó! Esque el sitio molaba muchísimo: decorado con mucho estilo y con un restaurante y zona para relajarse que daba al río. Además él vino lo hizo en bici desde Udon Thani, ¡un merecido descanso!

Lampang fue un oasis, además de por el alojamiento, por el encanto de la ciudad: una calle pegadita al río con casas de estilo colonial tailandesas (bajas y de madera oscura); locales modernos y apetecibles, y un paseo fluvial con graffities (de gallinas entre otras cosas). Además de recorrerme el paseo corriendo más de una vez 😉 pudimos cenar en mercadillos nocturnos, y poner a punto las bicis. Aumentamos la estancia más de lo esperado, y de no ser por no querer abusar de Lorenza, ¡aún estamos vagando por esa city!

 

Leave a Comment

Translate »