La hospitalidad turca

3.750K corridos, 457 días viajando

Llevo ya dándole vueltas unos días, y hacía tiempo que no escribía un post reflexivo.

Esta vez lo hago repasando lo bien que se está portando la gente que he conocido en Turquía conmigo (o la suerte que tengo) en términos de hospitalidad. Recapitulando me vienen a la cabeza ciertos momentos (que no todos, porque han sido muchísimos los gestos).

Nada más poner un pie en el país, cuando llegué a Izmir, en Shanti Home Hostel, me recibió su voluntaria Emina con un pide (la version turca de la pizza) para que cenara (lo puedes leer en Izmir & Tiafi experience). Además, la tónica del hostel era que los voluntarios cocinaban e invitaban a comer a todo el que se personase por allí (huesped o no). Asique en ese sitio fue imposible pasar hambre, y ya ahí empezaba a darme cuenta de lo que sería Turquía en relación a las invitaciones…

En Izmir también, una noche cuando volvíamos al hostel y mi amigo Miren no tenía ticket para el tranvía, ¡ví con mis propios ojos que el mismo guardia le abrió la puerta para que pasara! ¡Y lo mismo me pasó a mí más tarde cuando no me funcionaba la tarjeta de transporte en Estambul!

En Gedeme, con mis amigas, el propietario de Mountain View Hotel empezó invitándolos a un té. Vino esa noche, sopa la siguiente y no sé qué más pero muchas fueron las cosas de fuera de la cuenta.

Frutas y tés han sido incontables las veces que he recibido, sobre todo cuando he corrido y caminado (y yo por supuesto no las he rechazado). Creo que en la cuenta me sale que he pagado en muchas menos ocasiones de las que me han invitado.

Con Steffen tengo uno de mis recuerdos de hospitalidad preferidos: caía una buena chupa de agua y volvíamos de caminar (lo cuento también en Camino Licio: primera parte acompañada), e Ibrahim nos acogió en su casa para que nos secáramos. Cómo sería de generoso que nos recibió (y nos despidió) con el paraguas en la mano, y haciéndonos sentir como en nuestra casa (con desayunazo incluído).

Ya caminando sola, en Adrasan cuando iba a la busca de un bar para cenar, pregunté en una casa y la repuesta fue sencilla: si lo que buscaba era cena, pues que cenase con ellos. Rebeca y Burak me abrieron las puertas de su casa, y pude probar platos turcos típicos (vine leaves y kabak tatlisi fueron 2 que no había probado). Cuando al final les ofrecí pagarles, me explicaron que habíamos disfrutado los 3 de la velada, asique no me podían cobrar por ello.

Otro gesto que me he encontrado por el camino muy hospitalario es que cuado preguntas por un hotel, o un bar o por lo que sea, la persona en cuestión llama (usando su teléfono y gastando su tiempo) o te acompañapara asegurarse de que te indica bien y para anunciar tu llegada. No son nada perezosos a la hora de tratar (de verdad) de resolverte el problema de la mejor manera posible. ¡Me parece un puntazo!

Y la última vez que me han sorprendido los locales, por el momento, ha sido esta misma mañana. Cuando estaba haciendo un descansito del trekking 😉 y leía en un banco en la playa, ha llegado un señor con un café para mí. Cuando he decidido reanudar el camino y le he acercado la taza, además me ha dado para el camino unas chocolatinas y un plátano.

Supongo que es costumbre por aquí, o que me ven o con cara de hambre o torpona con las gestiones 😉 pero espero no olvidar nunca la generosidad de esta gente.

Leave a Comment

Translate »