La costa del Pacífico

4.598K corridos, 530 días viajando

Llegué con Julia a Puerto Escondido después de un colectivo nocturno mortal: 9h por curvas infinitas. Pero la recompensa no fue mala: un hostel justo arriba de una calita con mucho rollo y ¡bañada por el Pacífico! Es la primera vez que lo veo en este viaje, y hacía mucho que no me bañaba en sus aguas en general 😉

Además de la sorpresa de la bahía, ahí encontré a un par de compis con los que compartiría más de un día de playa y más de una noche de chelas: Matteo (italiano viajero desde hacía más de 5 años) y Quique (colombiano y que venía a México medio de vacaciones medio a vender artesanía).

Los días en Puerto Escondido también transcurrieron a base de comer mangos de los árboles (bendito estómago que tengo, porque llegué a comer hasta 8 en un día) y haciendo algo muy molón: ¡una entrevista para La Sexta! A raíz de mi aparición en Madrileños por el Mundo, me surgió ésta entrevista en el programa Zapeando.

Eso sí correr en Puerto Escondido es una de las cosas que voy a tardar en olvidarme. En parte por el puro calor que hacía por allí, y en otra parte porque me encontré con Gabriel, cicloturista y corredor con marca de ¡2h37′! en la maratón. Pude entrenar (porque él sí que entrenaba, nada de rodajes) un par de veces con él. ¡Y también puede darme cuenta de cuánto echo de menos tanto las series como los rodajes con un poco de chispa!

Después de Puerto Escondido y todas sus playas (conocí además de la del hostel Coral y Bacocho) partimos hacía Mazunte. Llegar allí fue fantástico: era mucho más pequeño y con aires más de poblado playero. Y las playas, nada que envidiar a las de Puerto Escondido… Eso sí, el Océano Pacífico, de pacífico no tiene nada 😉 porque las olas y la resaca lo hacen prácticamente impracticable.

Allí me pasaron en unos días cosas muy interesantes y nuevas:

  • Descubrí, gracias a Julia, algo nuevo: clase de trapecio. ¡Increíble el nivel de la gente (mi amiga entre ellas) y lo duro que es hacer acrobacias! Eso sí, lo mejor que me llevé de esa experiencia es la gente: mi grupete de iniciación y las chicas con las que después de la clase festejamos el atardecer.
  • ¡Salí a correr a las 5.30 de la mañana! Gandhi, un indio afincado por allí, era runner y su única disponibilidad (por el curro) era a esa hora, ¡hay que ver lo que hago por salir acompañada!
  • Un día se nos fue de las manos eso de las chelas, y acabamos bailando bajo la lluvia con un grupo de gente que traían la música incorporada ¡guitarra española incluída! Además, hasta los perros bailaban: conocí a Andoni (inglés que iba subiendo hacia California) y a Lola (su perra) un rato antes en la playa, y fueron muy buena compañía viajera 😉
  • Elsa (una francesa que estaba de paso pero que llevaba tiempo por México) nos compartió su cigarrillo electrónico con aceite de THC. ¡Vimos incluso estrellas fugaces!

Y finalmente llegó el día de partir hacia la montaña…

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