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Cambodia fue protectorado francés durante el siglo XIX. El legado de los franceses se puede ver bien en las ciudades (aún hay restos de edificios e infraestructuras de la época colonial) y en la gente (en muchos comercios y en hostelería chapurrean algo de francés). Además, hay muchos turistas y viajeros que vienen de Francia.
En Kratie, nada más llegar a la habitación de mi hostel (de los más cutres en los qué he estado, por cierto) empecé a preguntar a la gente que si se apuntaban a hacer una excursión en kayak para ver delfines (lo típico que se hace en Kratie). Tuve suerte y Baptiste, un francés que salía de trabajar en Australia e iba a recorrer un tiempo el sudeste asiático, se apuntó, jeje, aunque no sus amigos: Sibil y Anatole prefirieron al día siguiente alquilar una bici. Total, que tuve mucho éxito: contacté con Lucky y nos metió en un grupo de 5 al día siguiente para hacer la actividad de medio día y que nos saliera más económico.
La verdad es que mereció con creces la pena. Lucky nos vino a buscar en tuk tuk al hostel, y después de pasar a por los demás participantes, fuimos a unos 30km a empezar con los kayaks (dobles en este caso, y a mi me tocó con Baptiste). Además de ver delfines y muchos, pasamos un rato estupendo con unas vistas del río espectaculares, y puede probar el bamboo sticky rice (que hice desde ese día un habitual en mi dieta): un palo de bambú que tiene por dentro arroz dulce mezclado con alubias.
Por esto de que no había visto en mala forma a Baptiste 😉 le convencí para alquilarnos al día siguiente unas BTTs y hacernos una excursión a Chhlong, un pueblo a 34km que recomendaban en la Lonely Planet. A todo esto, mientras lo debatíamos jugábamos a las cartas a una especie de escoba con Anatole y Sibil, que al día siguiente tenían pensado llegar a Kampong Chan.
Encontrar BTTs en Kratie no me fue tarea fácil, sobre todo porque me distraje en más de una ocasión uniéndome a clases de aerobic gratuítas que impartían a lo largo del río. ¡Pero lo conseguí! Dos BTTs bastante viejas por 20.000KHR (menos de 5€), que recogeríamos al día siguiente en la tienda no muy lejos del hostel.
Baptiste me engañó: iba con un atuendo muy poco ciclista (gorro de pescador incluído y zapatillas de esparto) pero ¡pedaleaba genial! Cuando lo ví así vestido y tirar los primeros kilómetros fuerte estuve a punto de recordarle que eran 60 y no 6km los que teníamos por delante… Pero menos mal que no lo hice, porque a pesar del calor y de los hierros que llevábamos, nos salió una ruta maja y en un tiempo más que razonable, pinchazo incluído (aluciné lo rápido que solucionaron el tema y por 1$: en los pueblos siempre hay donde reparan neumáticos y son unos auténticos expertos).
Consideré la opción de viajar a Battambang, pero en lugar de eso terminé yendo a Kampong Chann con los franceses: había pasado buen rato con ellos y me dio la sensación de que no sería la última vez que pedalearía con Baptiste 😉
Y poco me equivoqué: llegamos a Kampong Chang (sorpresa de ciudad, más grande de lo que esperaba) y el hostel me gustó tanto que decidí directamente pasar allí el tiempo que me quedaba antes de ir a Siem Reap.
Después de unas birras, un poco de turismo (puente de bambú incluído) y jugar tanto a cartas como al billar, decidimos al día siguiente cogernos los 4 bici (de paseo esta vez, fácil de alquilar en el hostel) para ver unos templos que también estaban retirados. De nuevo, acierto total: la excursión, aunque muy calurosa, fue muy agradable y bonita. ¡Qué pena tenerme que separar de ese grupo, porque congeniábamos bastante bien, y las actividades que hacíamos fueron de lo más entretenidas!