La aventura empieza bien

0K corridos, 2 días viajando

Nada más llegar al aeropuerto, cargada con mi súper mochila y acompañada de mi hermana Inés y mi madre surgió la primera inconveniencia: ¡no me dejaban hacer el check in porque no tenía billete de vuelta! Tras convencer y prometer al chico qué me atendió que me compraría un “algo” en un transbordo, me sacó la tarjeta de embarque, y acto seguido, mientras tomaba mi última birra española, entre Inés y yo conseguimos sacarme un vuelito bien de precio Katmandú – Nueva Delhi para el 29 de Noviembre 😉

El vuelo fue sin contratiempos para mi… No para Enrique y Lara, sentados detrás mío y que dirigían sus pasos hacia Sidney para trabajar. Entre que no se conocían, los nervios del viaje, y qué han debido hacer un esfuerzo tan grande como yo para abandonar las copas (la cerveza en mi caso) concienciados del lujo que supone beber alcohol fuera de España, decidieron aprovechar la barra libre de Air India y en lugar de pasar el viaje durmiendo , se lo pasaron alegremente charlando y pimplando. El contratiempo no fue otro que no pegar ojo en el vuelo y hacer me temo la peor escala de su vida, mezcla de la reseca temprana y de que tenían una espera mínimo de 6 horas.

En ese momento también conocí a Rubén y a Claudia, el primero con un monopatín pegado a la maleta de mano (buen invento por cierto, en cuanto vuelva a Madrid tengo que patentar eso de ruedas en maleta) y ella recién salida de la universidad. Gracias a ellos pasé el transbordo entre risas, buena conversación y cabezazos, porque estábamos los 3 muy cansados. Además, Rubén hizo algún que otro video y me enseñó un poco a usar la cámara qué llevaba: él es experto porque se dedica a, de vez en cuando, viajar juntando surf, coches 4×4 y reciclaje… Extraña mezcla pero cierta, tiene incluso una marca, Troozoos, cuyo nombre se lo curraron mucho un amigo y él: lo pusieron un día en el after surf qué estaban hechos trozos (vamos, destrozados para los de fuera de su pueblo). Asique… El que cogiera mi vuelo fué milagroso, porque con lo bien que me lo estaba pasando, lo de pasar 12 horas más en el aire dirección Sidney con toda esta tropa me resultó cuanto menos tentador.

Y al llegar al aeropuerto de Katmandú, la sensación fue agridulce: por un lado constaté que me había pillado un vuelo del que luego no me pidieron cuentas y qué me habían perdido el rulo entre tantos aviones 🙁 pero se compensó gracias a las buenas vibraciones qué me dio ver el caos de ciudad en el qué me había metidoada más subirme en el taxi y empezar a ver el caos de ciudad en el qué me había metido 🙂

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