La Albania más otomana: Berat y Gjirokaster

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En Albania era visita casi casi obligada la de las poblaciones otomanas de Berat y Gjirokaster. Asique partí de Tirana en dirección Berat, básicamente porque era el sitio al que me pareció más factible llegar.

En Albania el transporte es menos organizado que en otros países de los Balcanes 😉 Pero no me quejo en absoluto: es barato, imprevisible divertido 🙂 Eso sí, no te puedes esperar una estación de buses organizada ni ningún tipo de horario: simplemente vas y rebuscas entre las furgonetas y buses cuál tomar. Bueno, en realidad, no hay que rebuscar mucho porque normalmente es el propio conductor el que se acerca cuando te ve a ofrecerte sus servicios (debe ser que con ese método captan muchos clientes sin rumbo fijo).

Asique Berat (que estaba más cerca que Tirana) me pareció más sencillo como primer destino. La ciudad es preciosa, con casitas de paredes blancas con tejados de adobe y multitud de ventanas (por eso la llaman la ciudad de las mil ventanas). Además, cuenta con un castillo chulo en una de las colinas, y con otra colina al otro lado del río con buenas vistas.

Vistas desde el castillo de Berat

Además, al castillo mi segunda visita fue muy justificada. El día anterior había pasado por un restaurante a ver la carta, y aunque era algo más caro de lo que acostumbro últimamente 😉 el dueño se quedó tan desolado cuando me fuí que decidí cumplir mi promesa de que volvería al día siguiente. ¡Y menudo acierto! Se puso contentísimo al verme volver, y pese a que pedí una ensalada, ¡me sacó un montón de cosas más que no me cobró! Gracias a Taverna Lazaro pude probar burek de espinacas y de calabaza, pimientos asados, aceitunas aliñadas y por supuesto ¡rakia! Todo estaba estupendo, y aunque hice un excelente papel, ¡no me pude acabar ni la mitad de las cosas!

Comiendo en Taverna Lazaro

Cuando me fuí de Berat, lo hice con intención de llegar a Saranda, y cogí (y pagué) una fugoneta con ese rumbo. Pero, ¡error de cálculo! El transporte se desplazaba por una carretera interior, no por la costa como yo pensaba, asique pasábamos antes por Gjirokaster (otra población que estaba en mi lista de ToDo’s en el país). Asique ni corta ni perezosa, cuando atravesábamos Gjirokaster, decidí bajarme. No sé si es porque una de las ventajas que tiene el método de transporte desorganizado es que permiten también el desrden de los pasajeros, o porque al conductor le había caído bien (me había encargado de compartir las tortitas de arroz que llevaba en el equipaje con él y con todos los pasajeres), pero no sólo paró sin rechistar, si no que incluso me devolvió la parte del importe del pasaje que no iba a recorrer. ¡Viva el transporte desorganizado!

Puente de Ali Pasha

En Gjirokaster también vi un castillo bonito, y pude correr por alrededores chulos. Estéticamente es muy parecido a Berat, con casas otomanas que suben por la colina. Lo que más me gustó fue la visita al puente de Ali Pasha, porque los caminos eran angostos y el paisaje bastante rocoso, ¡precioso! Además conocí en el hostel a dos germano parlantes (un suizo y un alemán) que viajaban en bici. ¡Me trajo muchos buenos recuerdos de Thailand hablar de cicloturismo!

Corriendo por los alrededores de Gjirokaster

No tan buena experiencia fue que coincidí con un chico en la habitación que el primer día fue majete (era albanés y nos comunicábamos con el translator), pero el segundo se ofreció a compartir cama conmigo para que no pasara frío :S Fuí muy tajante: me levanté de mi cama, le miré y le dije que como hiciera algún comentario más de eses tipo, avisaría al dueño. Puede que por miedo al dueño o por miedo a mí (creo que es más por ésto último, porque le miré muy agresiva), pero no volvió a abrir la boca en toda la noche (que yo pasé con un ojo abierto por si moscas). Es de las pocas veces que recuerdo haber tenido una experiencia de este tipo desde que estoy viajando :S

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