Huída apresurada del país

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De Máncora me trasladé a Chiclayo, con intención de pasar mi último período peruano entre esa población y Cajamarca, una región de la sierra que me habían recomendado. Pero no me fué posible, porque tuve otro repentino cambio de planes (últimamente siempre acostumbro a lo mismo, no te pierdas El norte de Peru).

Resulta que, debido a un cambio en la regulación vigente, a partir del día 10 de Diciembre en todos los sitios públicos se exigiría el carnet de vacunación contra el Covid-19. Por lo que tenía pinta de que a mí, a pesar de haber elegido un vuelo con tránsito en dónde no me exigieran la vacuna, no me iban a dejar el día 13 acceder al aeropuerto.

¡Cambio repentino de nuevo de planes! Con menos de 48h compré un vuelo para el día 9, por lo que mi fugaz visita a Chiclayo sólo me permitió ver la Playa de Pimentel, la Plaza de Armas y El Jardín de las Musas. Eso sí, ¡al menos me permitió correr por la zona! Y a decir verdad, si no ví las ruinas de Sipán fue más por falta de ganas que de tiempo 😉 que no estaba en ese momento para muchas ruinas…

Me tocó emprender la vuelta, que no era ni corta ni sencilla: en primer lugar, tenía que agarrar un bus a las 19h en Chiclayo, cortesía de Civa (que a pesar de ser muy fiel a mi patrocinador oficial webempresa, también he tenido, como dicen ellos, hospiciadores peruanos). Llegué a Lima a las 8.30, y me dirigí automáticamente al aeropuerto. Allí tenía intención de ir directamente al mostrador de la compañía con la que volaba, para cerciorarme de cumplir todos los requerimientos para abordar el vuelo (a pesar de habérmelos estudiado con anterioridad, porque en estos tiempos tan cambiantes nunca se sabe), pero no abrían hasta 3h antes de mi vuelo, ¡maldición! Me hice con un teléfono en el que se me informó de que lo único que necesitaba, además de certificado de haber pasado el virus (que te recuerdo lo pasé en Panama, si quieres refréscatelo en Covid-19 positivo), era una prueba de antígenos. Allá me la hice en el mismo aeropuerto, y tras las pertinentes colas y demás, y tras aflojar 100PEN (el equivalente a 20€), conseguí el codiciado papelito que certificaba mi negatividad.

Unas horas más en el aeropuerto (mi vuelo era a las 21.10) y ¡conseguiría dejar el país!

No sé lo que me pasa con ésto de terminar etapas y continentes, que parece que no lo puedo hacer de manera ordenada (si no te acuerdas de cómo acabé en Europa, puedes releer Un final desesperado). ¡A ver si a la próxima lo consigo hacer mejor!

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