Hsipaw: sesión de logística y de naturaleza

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Dada la trayectoria de mi viaje, tocaba un plan qué prometía no pasarme inadvertido, naturaleza y líos logísticos: trekking por Hsipaw y llegar a allí desde Ywa Ngan (el pueblito de la carrera, al sur de Mandalay). Como era de esperar, una vez más en este viaje la meta sigue siendo el camino :):)

La primera parte del trayecto se me dió muy bien. De mi hostel de Ywa Nagan me fui de la misma (buena) manera qué había llegado: una furgoneta me recogió y me llevó junto a otros pasajeros directamente a Mandalay. En Mandalay, cogí un tuk tuk para cambiar de parada de bus (que me costó más que el trayecto de 200km previo Ywa Nagan-Mandalay: nunca dejará de sorprenderme el desfase de precios entre los transportes “privados” y los “públicos”). En la segunda parada el conductor del tuk tuk, además de sacarme el billete se encargó de meter mi mochila en el maletero del bus, y no se retiró hasta que no me vió sentada en primera fila (ya le gustaría a mi abuela tal atención personalizada cada vez qué coge un tren y pide el servicio “Atento”). Tenía por delante un trayecto de 6h según me habían avisado.

Pero el destino hizo que esas 6h se convirtieran en 13h, con mi consiguiente desvelo por dos razones: al ser un bus local, no me enteraba de nada de lo que decían, asique cuando el motor paró durante más de 4h en mitad de la carretera, y yo intenté preguntarle a la señora de mi lado, lo único (y bastante útil, que iba en shorts y hacía frío) que conseguí como respuesta es que compartiera su manta conmigo. Mi segunda línea de preocupación tuvo si origen en que me acordé de que en la carrera me había preguntado más de un ex-pat que si estaba segura de que podía ir hacia Hsipaw, porque creían que estaba cerrado para Los extranjeros por los conflicts bélicos (estos ex-pats además de tener un sueldo por las nubes están en las nubes, es lo que pensé yo cuando en su día lo hablamos). Pues bien, estos dos detallitos casi me desvelan y evitan que pudiera disfrutar de las mieles de una plaza semireclinable en primera fila con media mantita y con el consiguiente ahorro de alojamiento que ello suponía… ¡Menos mal que soy mindfulness y al menos unas horas conseguí planchar oreja!

En Hsipaw me esperaba Ferran, que se había encargado de mirar las excursiones que podíamos hacer por ahí (al menos había preguntado en la recepción del hostel si se podían hacer excursiones), y había inspeccionado la ciudad (al menos había dormido una siesta debajo de un árbol muy bonito). La verdad es que es guay eso de qué vaya yendo alguien a ir investigando 😉

Con John y Ferran durante el trekking

Arrancamos, después de negociar con Koo Oo, un trekking de dos días inolvidable. El guía, John (hijo de Koo Oo) era estudiante de filosofía, y además de ser un chico educado y prudente, hablaba perfectamente inglés y no paraba de darnos apuntes interesantes de la cultura birmana (¡incluso nos trató de enseñar algo de su escritura!). El track fue precioso, y me permitió correr, a pesar del calor, en los tramos que John me indicaba (con su consiguiente sorpresa, que alucinaba porque decía que los turistas normalmente preguntaban que cuándo llegaban, no que cuándo podían correr). También fuimos a unas cataratas ocultas y a tomar el té en casa de unos locales. ¡Una experiencia fenómena y súper bien organizada!

Por último, tocó despedirse de John y su familia (previa visita por su casa para que Ferran ayudara al abuelo, que había tenido un ictus recientemente), y de Ferran (¿definitivamente?), para embarcarme en una nueva aventura: ¡voluntariado y meditación en Thabarwa!

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