6.730K corridos, 761 días viajando
Aún cuando estaba de aventuras por el Nilo (no te pierdas Descubre Egipto), recibí una propuesta difícil de rechazar: me invitaban a pasar unos días en un lodge en el Oasis de Siwa, Grand Siwa. ¡Planazo!
Grand Siwa
Llegué a un remanso de paz. El lugar en concreto era fantástico: un verdadero oasis en el desierto, con casas construídas de arena de color amarillo que me hicieron recordar mi paso por Jaisalmer, en India (puedes repasarlo en En camello por el desierto). Pero además, el alojamiento que me dió la familia de Yeser era muchísimo más de lo que yo esperaba: una habitación con 2 camas y baño con agua caliente individual. Las zonas comunes contaban con mesas para tomar el sol y trabajar, así como esteras en el suelo para reunirte por la noche alrededor del fuego.
En las instalaciones del Grand Siwa
Después de desayunar copiosamente gracias a Abeer, la mujer canadiense de Yeser, decidí mi ruta para correr: iría a los lagos salados. Con la tortilla, el queso, el pan, las olivas, el bizcocho y el té aún en la panza, me puse rumbo a ellos. Y cuál fue mi sorpresa al ver los lagos: piscinas artificiales dónde la sal se evaporaba, con un color blanco en el fondo y a los lados y un intensísimo turquesa en el agua. Pero no sólo eso: había autobuses de turismo local que allí aparcaban para que la gente se bañara. Pasé un rato estupendo, porque a pesar de dejar lo de bañarme para otra ocasión (mi bikini me pareció muy atrevido para la gente de allí), me encantó observar a los bañistas. Principalmente me fijé en ellas, porque me llamó la atención lo tapadas que iban. Pero después, si te ponías a mirar bien, te dabas cuenta que las más atrevidas llevaban los brazos al aire, no se ponían velo e incluso algún escote encontrabas (aún así, con mi bikini lo hubieran flipado).
Por la noche Abeer me volvió a recordar lo buena cocinera que era, ésta vez con baba ghanoush como plato principal, sopa de lentejas y una ensalada. Y después tomamos el té alrededor de la fogata que montaron, muy al estilo de lo que había visto en Dahab y St. Catherine, un oasis en medio del caos.
Corriendo por la duna de Siwa
De aquellos días por allí tengo un recuerdo muy bueno (además de la hospitalidad de la familia de Yeser): ¡correr por el desierto e incluso subir una duna! No es la primera vez que corro por terreno difícil, pero he de reconocer que por el desierto es de las cosas más arduas (la arena es muy pesada) que recuerdo.
Pese a todo, mi estancia por Egypt acabó cómo no podía ser de otra manera: caótica. No pude hacerme la PCR en Siwa, por lo que tuve que llegar a Alejandría la mañana de mi vuelo. Estrés para hacerme la prueba y que me dieran los resultados en 3h, pero no sólo eso: nervios de rigor y pegas de nuevo en el aeropuerto (mil requisitos como siempre y la gente del check-in que no tenía clara la normativa). Pero lo conseguí y pude marchar rumbo a Uganda. ¡Allá que voy, como siempre acompañada de webempresa!