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Empecé mi nuevo periplo por Croatia, sin mucha otra opción: América del sur cerrada a cal y canto por ésto del Covid-19 y Asia más o menos igual. La “Europa rica” también quedó descartada en un primer momento por restricciones presupuestarias 😉 asique empezar por el Este, con un soft-landing como Croatia (cuyas playas en setiembre y su paisaje mediterráneo) me parecieron una elección buena.
¡Y ciértamente fue un acierto! Nada más llegar a Dubrovnik, mientras esperaba el bus que me acercaría la city, pude contemplar los colores anaranjados de la puesta de sol y oler los pinos. Además, por la temperatura supe dos cosas, una buena y una mala. La buena: ¡verano total en Dubrovnik, viva!; y la no tan buena: ¡mierda, mi mochilita estaba hecha para el frío! En fin, algo encontraría…
Tras mucho meditar si hostel o habitación privada, me decanté por hostel desoyendo los consejos de mi amiga Noelia, que como médico está muy concenciada del virus. Pero lo hice, además de por la pasta, porque supe que en Croacia había muchísimos menos casos, y porque la posibilidad que tenía era coger habitación sin baño, lo cuál no sé hasta qué punto resolvía el problema. El caso es que, a pesar de que estuviera el hostel hasta arriba creo que fue una buena decisión: ¡el virus era tan remoto por aquí que los croatas no usaban ni mascarillas! Menudo gustazo poder andar sin bozal 🙂
En el hostel tuve sensaciones encontradas. Por un lado me llevé una buenísima al principio porque me acogieron muy cariñosamente una simpática pareja de argentinos (Erica y Leo). Pero por otro lado, nos recomendaron a mí y a otro español (Fer) que pilláramos cama dónde pudiéramos: ¡qué esperar del alojamiento más barato de Dubrovnik, jajajaj! ¡Espero tener el valor de confesarle a mi padre que no he explicado ni a los dueños ni a los huéspedes quién era Isabel La Católica, que es así cómo se llamaba el sitio y mi padre al saberlo estaba muy interesado en que adoctrinara al personal!
Hice muy buenas migas con el grupete de los argentinos y el español, y compartimos más de un velada (nada más llegar la primera) y días de playa. Las playas por allí eran de guijarros o incluso de cemento, pero acondicionadas con escaleras para poder subir y bajar al azulísimo y turquesísimo mar 🙂 ¡La dolche vita vaya!
Además, había una caminata al punto más alto, el SDR, desde donde podías ver la panorámica de la ciudad vieja. También había por supuesto la opción para los burgueses de subir en teleférico, pero no seré yo quien la recomiende: mucho mejor andar y probar la forma física de tu compi. Fer en este caso dio la talla pero bien, ¡buen fichaje para futuras aventuras!

Otro buen fichaje fue Óscar, el voluntario colombiando del hostel. Nos ayudaba a decidir planes y playas e incluso un día se vino a correr conmigo. ¡Estaba fuerte, jajajjaja, pero sobre todo se conocía una ruta chulísimas que iba bordeando la costa!

Además de paseos y demás (helados incluídos), hicimos planes para ir juntos los cuatro a Split, después de follones intentando buscar barcos en bus, ¡asique no creo que sea la última vez que escriba de ellos en el blog!

Gracias a ti por compartir esta magnifica semana de preciosos lugares, magnificas experiencias, y algunas de las parrafadas mas interesantes de mi vida…esperando de corazón no sean las últimas que compartamos.
Brindo por 10.000 kms más!
Gracias a ti, Fer! Y no dudo no sean los últimos kilómetros que compartamos 😉
Que lindo Clari. Que lindo coincidir con gente como ustedes.. Los EXTRAÑO!!! Buenas vibras para este viaje espectacular que estas viviendo…
Liiiiiiiiiinda tú 🙂 Y yo también os echo de menos!! Pero en nada más…