¡Viva la tensión en los medios de transporte!

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De Mérida no me costó demasiado irme por el calorazo, aunque aún no me acabo de acostumbrar a despedirme de la gente. Cogí un bus nocturno hacia Palenque, donde esperaba encontrarme con Lea (a quien conoces de Mérida y Valladolid, dos ciudades coloniales). Nada más llegar, la cosa no pudo empezar mejor: en lugar de subirnos a un colectivo, conseguimos que un taxi nos llevara a El Panchán (un poblado a mitad de camino entre las ruinas mayas y el pueblo) por el mismo precio. Fue gracias a Mota, un local que llevaba tiempo viviendo en el poblado y que bajaba al pueblo a buscar a una amiga suya.

Después de más de una vuelta por allí conseguimos un alojamiento bastante razonable: habitación para nosotras con baño y cocina compartida. Además, ¡habíamos dejado de lado el calorazo de Yucatán! Y yo me lo festejé corriendo por la tarde, una ruta brutal porque iba por el medio de la selva. El Panchán y las ruinas de Palenque están ubicadas en la provincia de Chiapas, en medio de exhuberante vegetación y fauna curiosa: ¡se oían hasta a los monos!

Nuestra visita por allí fue muy breve, dado que a Lea se le acababa el tiempo de vacaciones, pero muy completa: vimos las ruinas mayas (de lo mejorcito que he visto en materia de ruinas hasta ahora, porque las descubrías en medio de la vegetación) y las cascadas de Roberto Barrios que, a pesar de no bañarnos por ahí porque llovía, merecieron la visita (son múltiples cascadas con agua turquesa en medio de la naturaleza). Además, yendo con Lea conocimos a varios grupos de franceses, que hay que ver cuántos hay por México.

Y partimos juntas hacia San Cristóbal. Nuestras opciones de transporte eran: o bien un bus de primera clase que tardaba 8h y costaba bastante, o bien dos colectivos que prometían tardar máximo 5h y que costaban bastante menos. La diferencia entre los dos era fundamentalmente el recorrido: el bus de primera clase daba una vuelta tremenda debido a la peligrosidad de la carretera (tanto a nivel de curvas como a nivel de asaltos) por la que optaban los colectivos. Y a estas alturas a nadie engaño diciendo que me pensé mucho ir por la vía corta, barata y divertida 😉

Al final, no fueron 5h si no unas 7h, porque a todo los riesgos inherentes había que sumarle que los zapatistas (un grupo de revolucionarios que reveindicaban derechos del pueblo al gobierno) a modo de protesta tenían cortada la carretera y había que tomar una alternativa cuanto menos rural. Además, cada vez que el transpote disminuía la marcha para bajar a un pasajero o subir a otro y reducía el volumen de la música, se mascaba la tensión en el ambiente y a mí el corazón se me aceleraba. ¡Pero que sería de mí sin estos momentos cargados de aventura! Eso sí, me tuve que apear una parada antes de San Cristóbal Centro para poder realizar mi colaboración mensual con Aragón Radio… ¡No sé yo si me salió a cuenta ahorrame unos pesitos!

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