Entrada a Kenya: Kisumu y Kakamega Forest

7.663K corridos, 842 días viajando

Empecé mi viaje en bus desde Kampala a las 7 de la mañana, dispuesta a abandonar mi querida Uganda y con destino Kisumu. En lugar de elegir hacer el viaje en varios matatus, decidí asegurarme de que cubría el trayecto de la manera más corta posible con un bus directo. Tardó en recorrer una distancia de 300K unas 12h. ¡Menos mal que elegí ese medio, que en matatu aún podría estar de viaje!

En la frontera me dí cuenta que otro mzungu se bajaba del bus. Rápidamente entablamos conversación: él iba a Iten (un pueblecito al noroeste del país donde iban a entrenar los mejores atletas keniatas del mundo, y que por supuesto yo ya tenía fichado), así que, como estaba en mi hoja de ruta pasarme por allí 😉 quedamos en que nos encontraríamos pasados unos 3 días. Antoine era un jovencísimo francés que había llegado al este de África en Diciembre 2021 con la intención de entrenar para bajar su marca en el maratón, ¡esa amistad prometía!

Pero primero me había decidido a pasar por Kisumu. Es una ciudad a los pies de una de las estribaciones del lago Victoria bastante desarrollada (con edificios altos). Pero no fué el único indicador que hizo que me diera cuenta de que Kenya está efectivamente más desarrollada que Uganda: en el trayecto en bus una vez pasada la frontera pude ver asfalto en las calzadas de los pueblos, niños que van calzados y vendedores ambulantes ofreciendo productos envasados.

Yo  dí en concreto con un sitio buenísimo para correr y relajarme: mi alojamiento no estaba en el centro de la ciudad, si no en una colina a las afueras. Estaba regentado por una familia: Daniel el padre era el dueño, y Robert, su hijo, era el encargado. Hice bastantes buenas migas con ellos, por ésto de compartir cocina también 😉

Ambos me recomendaron encarecidamente que me acercara a Kakamega Forest. Para ello, tenía que coger 2 matatus y luego una boda-boda, y según las indicaciones de Daniel (que me apuntó en un papel, old school), llegaría al portón de otro alojamiento que también era suyo, dónde residían su mujer y su hijo más pequeño, Néstor. Y aunque me pareció increíble (las indicaciones eran del tipo “dile al driver del boda que te deje cerca del colegio del pueblo, en un portón negro que es mi casa”), ¡llegué! Y nada más personarme en la puerta, Néstor me estaba esperando. ¡Guauuuu!

Corrí según sus indicaciones por el bosque (eso sí, no me adentré porque me habían aleccionado que podía ser peligroso), pero no ví ni un animal, ¡y pasé muchísimo calor! Pero sólo por el recibimiento que me dieron Néstor y su madre, ¡mereció la pena el viajecito!

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