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Cuando me bajé del bus de Jodhpur en Jaisalmer sólo pude avistar que la ciudad era como un castillo de arena… No fue hasta el día siguiente, cuando corriendo decidí que era, además de un castillo de arena, la primera ciudad qué conocía en medio del desierto.
Además de ver el fuerte y el lago, Rob y yo conseguimos apalabrar para la mañana siguiente una excursión en camello que incluía pasar la noche en el desierto. Aunque dudamos al principio, al final decidimos hacer la variante larga: salir a las 8 de la mañana en jeep, visitar un fuerte abandonado y un oasis, y continuar en camello hasta la comida. Después de comer, tocaba seguir hasta el anochecer, donde dormiríamos y continuaríamos al día siguiente en camello otra vez. ¡Todo esto a un precio estupendo, con comida y agua incluídos!
Empezamos la excursión con una pareja inglesa, Ro y Jack, qué viajaban un tiempo por India. Cuando repartieron los camellos, debe ser que Rob estaba distraído, porque le tocó uno nuevo (Pablo) que debía de tener una silla más durita de lo normal, porque el pobre acabó con el culacas destrozado. Eso sí, por muy distraídos que estuviéramos los demás, jaajjajajajajajajaj, de que le mataba la postura nos enteramos todos.

La experiencia de montar en camello es estupenda, a pesar de que no sientes tanto al animal (comparado con los caballos). Además, el 90% del tiempo vas al paso… Pero mola bastante que puedes montar “a la amazona”, es decir, con las dos piernas hacia el mismo lado. Además, subes y bajas haciendo al camello arrodillarse, lo que impresiona bastante.
Dos buenas sorpresas fueron también la comida y dónde dormimos. A mediodía nuestro guía paró a la sombra de un matorral, echó un par de mantas al suelo para hacernos más amena la espera antes de comer (cocinó el Thali, arroz, curri y chapati; que tomamos allí mismo con un fuego improvisado y poco más que una cazuelita). Y luego, por la noche, además de montar la lumbre mientras veíamos sentados sobre una duna una puesta de sol digna de una postal, nos dió la cena y nos preparó los colchones y las mantas porque… ¡Ese día dormiríamos al raso! El cielo lleno de estrellas hizo que incluso el frío quedara en segundo plano…

Al día siguiente, después de desayunar tocó montar de nuevo en camello (¡menos mal que a Rob se lo cambiaron!) antes de terminar una de las más intensas experiencias que había vivido hasta la fecha en India 😉
