6.256K corridos, 714 días viajando
Después de las aventuras en la montaña y de ver el Machu Picchu, regresé a Cusco con un planazo por delante: ir a visitar el Valle Sagrado con Mary, una chica que había conocido en un hostel en Nazca. Nos habíamos intercambiado los teléfonos después de enterarme que ella estaba por allí para correr un 42K de montaña… ¡Nuestra relación prometía!
Y se hicieron realidad las promesas: me propuso alquilar una bici y encontrarnos en Pisac para hacer un rutón hasta Ollaytambo. Los paisajes fueron preciosos: un valle verde con montañas parduzcas de fondo. Pero no sólo eso: Mary y yo nos llevamos estupendamente desde el primer momento.
Las aventuras de ese día no fueron pocas. Paramos en más de un pueblo a hacernos fotos en sus plazas, e incluso a avituallarnos más de la cuenta 😉 Pero cuando apenas nos quedaban 15K para llegar al famoso Ollaytambo, ¡Mary pinchó!
Resolvimos el problema gracias a los vecinos de la población más cercana: un padre con su hijo nos acercó al pueblo en su camioneta, y luego una pareja de venezolanos nos arreglaron el pinchazo (previo paseo con la bici a cuestas).
Pero perdimos demasiado tiempo, y cómo queríamos llegar a Ollaytambo, pillamos un transporte. ¡Y mereció la pena! El pueblo era precioso, y nos dio tiempo a un cafelito por allí. Eso sí, a golpe de que me tuviera que ayudar hasta la madre de Mary para que pudiera agarrar la última camioneta hacia Cuzco, ¡porque tuvimos que coger hasta 4!

Pero tanto me gustó la zona que repetí al día siguiente. Lo primero que hice fue llegar al condominio de Mary, donde además de ver que es un sitio estupendo para pasar unos días (con jardín, barbacoa y apartamentos individuales con todas las comodidades que te puedas imaginar), me invitaron a un súper desayuno. Conocí a la familia (a su madre y a una hermana) y pudimos comentar todo tipo de curiosidades (incluso los trajes típicos) de Coya, la localidad de dónde son originarias. ¡Y partimos con la tripa llena!
El plan esta vez era agarrar una camioneta hasta el cruce de la carretera de Maras, y una vez allí correr hasta las Salineras de Maras. ¡Con esta chica siempre me tocan planes deportivos! Nos hicimos los 8K de ida disfrutando del paisaje (muy variado respecto al día anterior), y después de la visita, volvimos corriendo (para asombro de la mujer de la tienda donde comimos después, que nos contó, entre pan y pan, que otros chicos lo habían hecho igual la semana anterior).
El Valle Sagrado fue todo un descubrimiento, ¡pero más lo fue Mary! Espero volver a compartir experiencias, aventuras y planazos con esta chica tan deportista 🙂