El secreto de Costa Rica

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Lo único que sabía de Costa Rica antes de pasar por allí es que era cara, turisteada y con el lema “Pura Vida” escrito por todas partes. Claro, es lógico que con estas expectativas decidiera pasar medio rápido por allí: entré al país el 3 de agosto, y compré un vuelo para Panamá el 13 (por exigencias aduaneras, no porque haya cambiado mi esquema de viaje y me haya vuelto organizada). Pero tengo que reconocer que cara y turisteada: ¡Costa Rica mola un montón!

Llegué a San José sin pena ni gloria, con los nervios habituales de pasar una frontera y tomar un avión en estos tiempos (que, por mucho que lleves toda la documentación necesaria, nunca estás tranquile del todo porque en cualquier momento te pueden pedir algo inesperado). Además, como a la city llegué a eso de las 21h, pude constatar lo estrictos que son en materia de medidas antivirus: había toque de queda y a esa hora no había un alma por la calle.

San José, aunque no es la city que más recomiendo de América (para empezar, en De Oca a Oca y tiro porque me toca puedes ver que me moló más Santo Domingo), sí que creo merezca una visita. Corrí por la mañana por el parque Sabana, preparado con instalaciones para toda las disciplinas que se te ocurran (incluso cuenta con una pista de atletismo azul), y por la tarde paseé por el parque Mendoza (ya ves, San José va de parques). Pero me fuí a los dos días porque había quedado con Nick (a quién conoces de Lo mejor de Guatemala: Río Dulce y Livingston) en Uvita.

Me encantó Uvita, pero el trayecto hasta allí (a pesar de ir en la última fila de un bus sin aire acondicionado) también me lo gocé mirando por la ventana. Uvita es una pequeña población al Sur de Costa Rica, en la costa del Pacífico. Es atractivo turístico para los buceadores y surferos, y cuenta con una playa fenómena: la reserva natural Marina Ballena (en la que hay que pagar para acceder, a no ser que te saltes la valla). Mis días por allí transcurrieron tranquilamente entre baños y recorridos por la selva. A pesar de ser un pueblito, apenas vi basura (¡ya era hora!) tirada por cualquierparte. ¡Costa Rica se notaba mucho más cuidada que otros países de América Central!

Pero no contentes con la playa que habíamos tenido hasta entonces, decidimos continuar rumbo al Parque Nacional de Corcovado. Además, una chica española que conocimos en el hostel nos convenció para ir a su alojamiento: a una parada más de barca (ojo, que para llegar allí tomamos 2 taxis, un bus y una barca) y cargados de víveres, a pesar de habernos avisado que allí no había cocina. ¡De nuevo un aciertazo! Pudimos gozar las mieles de los senderos aledaños al parque pero sin tener que pagar lo ¡90$! que costaba la entrada al reciento. Asique tras un par de trekkings molones y algún bañito que otro en maravilllosas playas del Pacífico nos volvimos rumbo a la montaña más alta de Costa Rica: el Monte Chirripó.

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