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No sé ni si en el colegio me enseñaron que había un canal que unía el mar Caribe con el océano Pacífico. Seguramente, pero la verdad es que la lección de canales me la debí fumar, ¡porque no me acuerdo de nada! Así que no te imaginas lo que me sorprendió ver que efectivamente ambos mares están conectados ¡artificialmente!
La llegada a Panama fue después de un bus nocturno en el que no hubo esta vez tranca (no te pierdas Covid-19 positivo), aunque sí un retraso de 2h. Pero no nos impidió el cansancio a Fer y a mí patearnos la ciudad de arriba a abajo, fundamentalmente por el casco histórico y la Calle 50 (el centro financiero). Además, culminamos yendo al cine: “Play”, una peli francesa que no estuvo nada mal (gracias a la Alianza Francesa, que hacía ciclo gratuíto de cine).
A pesar de que me encantó correr por allí, porque pillé la Cinta Costera (una carretera de doble vía que se sale literalmente de la ciudad y va por el mar a unos metros del agua) cortada al tráfico, no fue eso la actividad que más me gustó. ¡Me encantó la visita al Canal! Sin duda lo que más me ha gustado de todo Panama.
La actividad comienza haciendo una cola en el Centro de Visitantes de Miraflores (a unos 15′ en taxi desde la capital), si no tienes reserva on-line (que por supuesto yo no tenía). Una vez pasas, con guía, te van subiendo hasta el mirador de la cuarta planta y pasándote por salas de exposiciones (la fauna del canal, materiales usados para la construcción, etc.). Y por fin, cuando llegas al esperado mirador, te regala un espectáculo impresionante. Los barcazos pasan por delante, en dónde están las esclusas, y literalmente cambian de mar.
El sistema de esclusas que permite el cambio de un mar a otro (porque no están al mismo nivel ambos mares) funciona a base de que se cierran la primera y la segunda, y el compartimento resultante se llenan (o se vacían) de agua para igualar el nivel del mar del que procede el barco. Entonces, cuando están nivelados los compartimentos, se abren las esclusas y permiten que el barcazo avance hacia la siguiente esclusa (y por tanto al siguiente compartimento). Y así hasta que sale ya por el otro mar.
Los barcos pagan entre 100.000$ y 1.000.000$ por pasar, dependiendo de la carga y las dimensiones. ¡Y había muchos haciendo cola, a pesar de que el canal cuenta con 4 pasos! ¡Menuda pasta!
Fue una experiencia enriquecedora, sobre todo porque ¡ya nunca se me va a olvidar lo que es un canal y cómo funciona!