792K corridos, 101 días viajando
La razón por la que tenía qué dormir en Delhi el sábado pasado es que qué llegó Laura, compi tanto del (ex)curro como del equipo de atletismo. Además lo hizo acompañada de su hermana Sandra, María (Amiga de Sandra) e Irina (también de BBVA). En cuanto llegaron al hostel de Delhi, Laura se puso la camiseta de Myrmidons y nos fuimos en un Uber rumbo a la Winter Delhi Half Marathon, a correr 10K. ¡Su primera experiencia en la India fue todo un éxito, porque quedó la primera! Además la carrera fue muy india: con calentamiento (sentadillas y pierna a tope) y desayuno incluídos (idli y curry).
Los días en Delhi fueron muy divertidos y bien aprovechados: nuestra actividad principal fue jugar al Dixit, un juego de cartas diabólico en el qué tienes que relacionar palabras con dibujos, en el que si aciertas pierdes pero si no aciertas también pierdes (ganas sólo si aciertas un poco, asique es recomendable usar palabras abstractas e incomprensibles). Además, de actividades secundarias y para rellenar el hueco que nos dejaba el juego, tuvimos free tour, saris, street food y masaje entre otros 😉 Como colofón, para ir a Jaipur cogimos un tren (en segunda clase, unas mejores de lo que yo acostumbro). ¡Asique 100% cubiertos Los ToDo’s de India!
En esos días se empezaban a definir los roles del grupo: a Sandra lo que más le interesaba del mundo después de ser reportera era Instagram y la ropa (para lo cuál se había traído una “mochilita” de 60L en la que por supuesto no cabía todo); María era peluquera de profesión frustrada (lástima que ejerciera de ingeniero industrial) y también estaba preocupada por los outfits diarios; Irina, economista de procedencia Ucraniana, era bastante ordenada y escrupulosa (aunque el primer día nos estallamos de risa cuando tuvo que ir a una letrina en un bazaar en Delhi en el que ni yo me hubiera atrevido, ¡ojo!); y Laura era básicamente el pegamento de toda esta curiosa mezcla intentando ayudar a quién hiciera falta (haciendo la mochila a su hermana, por ejemplo), poniendo una nota de humor (olvidándose de cómo tragar, por ejemplo) o cantando cualquier canción (“se iluminaba” por ejemplo).
En Jaipur nuestra actividad principal fue montar en tuk tuk. Lo hicimos genial desde el primer momento, cuando en la estación tras un par de broncas conseguimos acordar el precio de dos tuk tuks para que nos llevaran al hostel (eso sí a mi me vetaron pisar uno de ellos). Al día siguiente Sandra, María e Irina repitieron con el mismo conductor (que vetó esta vez a Irina por quejarse injustificadamente de que el trayecto de 8km incluyera parada a repostar, parada a almorzar y un retraso inicial de 40 minutos). Por la tarde cogímos otro las 5 en el que pinchamos una rueda probablemente por ir a toda pastilla y distrayendo al conductor para que nos puesiera en YouTube canciones para desgañitarnos y balair mientras avanzábamos (cómo no, y Laura fue la que se ofreció a acompañar al conductor al taller). La guinda del pastel en materia de tuk tuks fue cuando nos dejaron tiradas el día que teníamos que coger el bus a Pushkar, ya que cogimos otro de manera improviasada y claro, el conductor al no tener idea de dónde era el destino (ejem, y yo tampoco me lo sabía muy bien), y nos hizo bajar y subir mínimo 5 veces, con mochilas incluídas. Además en Jaipur tuvimos ocasión de ver un fuerte, palacios y edificios históricos y pasear por la ciudad rosa tanto de día como de noche, pero esto fue porque nos sobró tiempo entre trayecto y trayecto.
A estas alturas ya nos conocíamos más pero no dejábamos de sorprendernos: María llevaba escrupulosamente las cuentas (y el bote), Irina decidía los sitios para comer (ella dice que gracias a Google maps, pero todas sabíamos que en lo qué se fijaba era en las valoraciones de higiene del sitio), Laura alimentaba a cada perro que veía (y lo sobaba un poquito con la excusa de después lavarse las manos), y a Sandra gracias a sus dotes de foto, video y montaje la nombré Community Assistant (más tarde ascendería a Senior Community Assistant y terminaría siendo Community Manager).
En Pushkar nos tocaba relajarnos, que esto de viajar cansa mucho. No llegamos ni al free tour que teníamos concertado en una ciudad que tiene 2km de largo… ¡Y vimos la puesta de sol de milagro (si ver mitad de sol cuenta)! Eso sí, por la noche nos relajamos más de la cuenta 😉 Tanto que nos costó (a algunas más que a otras) volver al hostel. Además de relajarnos… ¡No hicimos nada! Pero lo pasamos estupendamente, asique espero que no sea la última vez que escriba de estas chicas en el blog 😉