6.538K corridos, 741 días viajando
Met (un egipcio con un agencia de viajes, Egypt 7000 travel, y que hablaba español), a quién conocí antes de partir, estaba interesado en que promocionara por las redes sociales su agencia a cambio de invitarme a un crucero por el Nilo. Tenía pinta de que iba a ser algo muy del estilo de la experiencia peruana Welcome to the jungle, pero ésta vez cambiando amazonas por Nilo. ¡Fenómeno!
Pero no sólo eso: tenía la posibilidad de llevar a alguien como fotógrafo y acompañante. Al ser fechas complicadas y estando tan cercana la partida, creí que tenía dudosas posibilidades de que alguien se me apuntara, pero… ¡No fue así! Muy en el último momento, Isa (prima segunda mía por parte de mi padre y a quién le había contado el plan un par de días antes) consiguió atarlo todo, demostrarme sus habilidades fotográficas 😉 y embarcarse en la aventura. ¡Genial!
A pesar de la incertimbre de qué plan nos deparaba, Isa consiguió enviarme un folleto que tras la compra de su billete le habían mandado: Descubre Egipto. En él explicaban la hoja de ruta a llevar a cabo toda la semana: 5 días en el crucero todo incluído con mogollón de visitas intersantes y luego 3 días más por El Cairo, visitando hasta las pirámides. Desde luego, si era así lo que Met me estaba regalando, ¡menudo planazo tenía por delante! Eso sí, ya desde el primer momento tuve claro que mi devenir sería muy sobre la marcha, a la egipcia, pero, dados los compromisos que tenía sobre la mesa 😉 ¿qué más me daba saber todo a última hora?
Para empezar bien la semana de puro lujo 😉 me recogieron en mi hostel de El Cairo, me escoltaron hasta casi la puerta del avión y me fueron a recoger cuando aterricé en Luxor. Ahmet, quien sería nuestro guía en toda la experiencia, me estaba esperando ya en el barco, ¡con Isa! Inauguramos nuestro tiempo juntas poniéndonos las botas en el buffet del crucero, lo cuál sería una de nuestras actividades favoritas y recurrentes.
El primer día vimos los templos de Karkak y Luxor, y El Valle de los Muertos. Nos trasladamos al antiguo Egipto gracias a Ahmet en un periquete, comenzando con el templo que yo recuerdo ahora con más cariño: Karnak. Quizá lo fuera por ser el primero, o puede que porque estuvimos casi solos allí, o porque realmente es impresionante ver la arquitectura del sitio. Imaginar cómo los egipcios hace muchísimos años consiguieron levantar eso de la nada es de lo que más me llamaba la atención.


Mientras hacíamos excursiones y compartíamos mesa en las comidas (no sin cierto cachondeo, porque a pesar de que nos avisaron de que no debíamos movernos del primer sitio que escogiéramos, Isa y yo no repetimos mesa ni un día), fuimos conociendo a los demás integrantes de nuestro grupo. La primera toma de contacto que tuvimos fue con Emi y Jesús (una pareja que, además de tener su trabajo habitual fuera de España, invertía sus ahorros en viajar todo lo que podía), y con Luzmi (una venezolana que nos impresionó porque no siendo precisamente joven viajaba sola). La verdad es que congeniamos desde el primer momento, y a pesar de ya no compartir más veces mesa hasta casi el final de la aventura, si hubiéramos tenido que decir a cuál pertenecíamos, hubiera sido sin duda a ésa.
El tercer día del cruecero nos tocaron más visitas a templos. Edfú fue el primero, pero yo ya empecé a hacer de las mías. Me levanté un rato antes para correr, con la promesa de luego pasar a desayunar y a ir en carruaje (con el grupo), al ansiado destino. Pero como suele sucederme 😉 me retrasé, y me tocó llegar corriendo al templo (lo que dicho sea, me estuvo estupendamente). Eso sí, ¡menos mal que Isa me pilló una manzana, porque no son los 15K de ese día lo que me agotó, si no tanta visita! Te recuerdo que descubrí en Cambodia que hacer turismo es mucho más duro que correr (no te pierdas Unos días de turista), y a día de hoy me sigo reafirmando en la idea.


De camino al templo, mientras yo corría, Isa se hizo amiga de los más jovenzanos del barco: un grupete de 3 catalanes recién salidos de la carrera. A pesar de que ellos le prometieron correr conmigo (y con ella), se rajaron en el último momento y tuvimos que darle caña solas las primas. Eso sí, de 15K nada: fueron 3K que, a pesar de que Isa estaba más orgullosa de la hazaña que si hubiera completado un Ironman, yo no le dejé publicarlo en las redes sociales (¿3K?).
A todo ésto, seguíamos coleccionando amistades: en la segunda mesa que nos tocó coincidimos con Pauli y Ana (una pareja de vallisoletanos majetes que solían viajar en furgoneta), con quienes (casi) hicimos panda a la hora de que Isa comprara unos perfumes en una de las visitas. Casi porque al final el vendedor decidió mantenerle el precio de grupo individualmente a mi prima (por lo que no hubo que hacer panda), pero luego se tergiversó un poquillo la cosa y casi casi llegan a las manos Isa y el vendedor. Menos mal que me pilló distraída la discusión, que si no habría tenido que intervenir y poner de manifiesto mi arte en el regateo (y faltar pues al que te recuerdo es un propósito que tengo en este 2022). Pero no llegó la sangre al río y mi prima se llevó los perfumes al precio acordado 🙂
El día estrella de las visitas (y del crucero) fue cuando llegamos a Abu Simbel. Nos había costado decidirnos a hacer la excursión, porque había que levantarse ¡a las 3.30! Pero claudicamos con la promesa de dormir luego en el bus. ¡Desde luego, mereció y mucho la pena! El templo es espectacular, máxime si sabes que fue trasladado de su lugar original. Al atardecer fuimos al espectaculo nocturno de Filae, que no nos dejó indiferentes: la primera vez en un templo por la noche.
Y después de pasar el último día del barco descansando y disfrutando de las mieles de la cubierta, llegamos a El Cairo. Lo hicimos por la puerta grande: cenando en otro barco (para no apenarnos tanto de abandonar nuestro maravilloso crucero) con espectáculo de danza del vientre incluído. La cena y el espectáculo estuvieron genial, pero lo que más nos estalló de la risa a Isa y a mí fue la voluntaria que salió a bailar: una americana entradita en carnes con un outfit más insinuante incluso que el de la bailarina 🙂 ¡Todo un espectáculo! Eso sí, también se animó a salir uno de los jovenzanos, aplaudido por toda su mesa: ellos y 4 vascas más o menos de su misma edad (qué suerte tuvieron estos chicos, porque cruzarse con gente de su quinta en un plan tal como crucero en el Nilo creo no es lo habitual).


¡Y por fin, vimos las pirámides! Imponentes, enormes, maravillosas. ¡Y carísimas (jajajjajja si no lo escribo, reviento). Pero mereció la pena pagar el ticket para entrar y recorrerla. Además, ese mismo día también fuimos a ver la esfinge, que no nos dejó indiferentes. Todo lo que habíamos visto en los libros de historia (ejem, y en algún que otro comic) lo podíamos tocar de verdad!
Esa noche fue la última que estuvimos con el grupo. Isa y yo decidimos ir a cenar a un sitio estupendo cerca del mercado, pero al final, por unas cosas o por otras se nos juntó mucha parte de los pasajeros del crucero. Allí probamos nuevos platos y repetimos los ya conocidos. El hummus no podía faltar, por supuesto acompañado con el pan de pita. Pero tampoco era poco habitual pedir baba ghanoush (una pasta hecha a base de berenjenas asadas) yendo con Isa: creo que lo comió mínimo una vez cada día desde que lo descubrió. En general las comidas egipcias son muy especiadas, pero no picantes, y la presentación es muy importante. Por no hablar de los postres… ¡Dulcísimos! El baklava (una especie de hojaldre relleno de pistacho y con mucha miel) era mi preferido.
En el hotel, nuestros vecinos de habitación (literalmente, porque incluso había una puerta que nos comunicaba) fueron Laura y David. Una pareja madrileña cuanto menos peculiar: una tatuadora (¡lástima que no hubiese traído consigo la máquina) y un informático. Lo peculiar por supuesto no eran sus profesiones, ¡era a qué se habían dedicado cuando eran más jóvenes! Era una caja de sorpresas cada trozo del pasado laboral que nos compartían: coupier, DJ, jugador de basket, o diseñadora por mentar algunos. Eso sí, nos dieron buenas palizas jugando al billar, aunque Isa al futbolín se defendió de lo lindo (esta prima tampoco deja de sorprenderme).
Pero como todo lo bueno, ¡se acabó! Pero sospecho que no será el último capítulo que escriba de alguien del crucero: ¿me encontraré a alguien pronto? ¡Se admiten apuestas! Y ojo y aviso, que la papeleta por Isa se paga muy barata, que hay muchas probabilidades de que así sea 🙂 🙂
¡Que divertido! Tu abuela y yo acabamos de leer tus 2 primeros blogs africanos, y nos hemos reído un rato.
Eso sí: ¿vuelves a restarte días de viaje? Creo que llevas 100 mas de los que dices arriba. ¡No seas tan modesta!
Qué bueno que os hayáis dado cuenta!! Efectivamente son ya más de 2 años viajando, quese dice pronto 😉 Y me alegro que os divierta leerlo, a mí también escribirlo pero más todavía vivirlo! Sigo en ruta, que en unos días se me presentan por aquí unas amigas. Un besoooooo