Ceviches, kayaks y un trekking: el lago de Atitlán

4.980K corridos, 566 días viajando

A puntito de anotar ya los 5.000K corridos llegué al lago de Atitlán. Cualquier viajero que se precie se acerca hasta sus orillas: es enorme, y tiene muchas posibilidades, tanto de ocio como a nivel logístico. Además, al ser bastante grande (cuenta con un perímetro de más de 100K) los viajeros nos diluímos bastante y tenemos más opción de interaccionar con los locales 🙂

Pero todos llegamos a Panajachel, porque es la ciudad principal del lago. Y yo decidí pasar 2 noches por allí (básicamente porque ya me da pereza sólo pasar una noche en los sitios). Y estuvo bien la experiencia: ver atardecer y correr con el en el lago como compañero fueron mis actividades preferidas esos días. Además, conocí en el hostel a Paula, jovencísima viajera mitad española mitad argentina que me dió recomendaciones posteriores para los sitios que me quedaban por visitar de Atitlán.

Y precisamente siguiendo una de sus recomendaciones llegué a San Pedro, para lo que hice un trayecto maravilloso en lancha. Allí me encontré con conocidos: Alex y Thibault (los franceses con los que subí el Acatenango, que los conocerás de ¿Guatemala o Guatebuena?), que habían seguido juntos su recorrido por el país. Compartí alguna que otra chela con ellos en su hostel (e el que hacía música en vivo una estupenda banda guatemalteca) y lo pasamos bastante bien, a pesar de no convencerles para subir conmigo la Nariz del Indio.

Vistas del lago Atitlán

La Nariz del Indio es un trekking chulo que organizan las agencias de por allí para, además de ascender, ver el amanecer. Yo algún amanecer que otro de trekking he visto desde que salí de casa (el primero lo tienes en Trekking por Annapurnas), pero no soy muy fan de ello: para mí es importante ver el camino y las vistas, cosa que te pierdes, al menos hasta llegar a la cima, si haces un pateo para ver la salida del sol. Asique pasé de trekking organizado y me lo monté por mi cuenta: prontito pero sin exagerar.

¡Y fue un acierto! Porque el camino fue precioso: te permite ver en muchas ocasiones el lago, y en otras el pueblo de San Juan (que es el que está a sus pies). San Juan ya lo conocía, porque otra de mis actividades preferidas por allí era corretear (¡qué raro!) de pueblo en pueblo. Y por último, ¡me encantó montar en kayak! A pesar de que soy muy consciente de mis limitaciones al respecto: planee una ruta ¡6 veces! más larga de la que pude hacer finalmente… Me va a tocar seguir praticando ésto del kayak 🙂

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