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Fué poner un pie en Cartagena y empezar a sudar (y eso que mi vuelito aterrizó a las 23.35). ¡Madre mía, cuánto agradecí que mi hostel tuviera AC! A pesar de levantarme religiosamente a correr antes de las 6am, ¡no había manera! El calor y la humedad eran demasiado insoportables. Eso sí, había buen entretenimiento: la playa.
El primer día conocí a Mercedes, con la que fuimos (gracias a su coche) a Bocagrande, una playa de arena morena y llenísima de vendedores. Pero, como unas reinas, pasamos los calores bajo un toldito, en unas hamacas y con birra en mano (que por supuesto nos vendieron). Así sí que podría pasarme más tiempo del previsto por allí 😉
Otro día me sucumbieron las mieles de los tours organizados y fui para Playa Blanca, Barú (pero negocié sólo el transporte, nada de almuerzo, que me sentí rica pero no tanto). Cuando llegué supe que había metido la pata (parezco nueva: ¿quién me manda contratar un tour organizado, si sé que no me gustan?): una playa atestada de gente, chiringos y vendedores. Si era blanca la arena y turquesa el mar no lo sé, porque con tanta peña no se veía. Pero ¡salvación!: me encontré un club de buceo con un kayak en la puerta. Lo alquilé y me retiré de la costa súper poblada, y… ¡Acabó por gustarme Barú! Remando encontré más de una calita interesante, en la que hacía paradas para solazarme y avituallarme. Vamos, ¡que hice la versión en kayak del cicloturismo!
Y esa misma tarde no pude negarme a la presión colombiana y me acerqué a un bar a ver el partido Colombia-Urugay, cuyo resultado no fue muy aclamado por aquí (0-0). Yo sin embargo, me lo pasé fenómeno viendo el ambientazo 🙂

El último día, a pesar del calor (y porque me sentía con la obligación, después de que mi madre me repasara la muchísima historia que tenía la ciudad) me hice un free tour. ¡Y esta vez acerté!: no sudé tanto, y tuve un rato agradable conociendo el pasado de Cartagena: desde que llegaron los españoles (que hicieron creer a Isabel la Católica que la región la dominaban pueblos aborígenes caníbales) hasta historias de esclavos y de piratas. ¡Después de éso sí que podía partir rumbo a Santa Marta!