9.631K corridos, 1.031 días viajando
Tras una noche en bus, desde Hwange hasta a Harare (y casi tras perderlo, no te pierdas Visita a Hwange), me volví a reencontrar con Storm, que vino a recogerme. Pasamos brevemente por el Ministerio de Inmigración a que me sellaran el pasaporte, porque a pesar de que Zimbabwe fuera sólo un país de paso, ¡necesité una ampliación de los 30 días iniciales que dan en el país!
Después de correr por un sitio precioso, Lake Chivita (cerquita de Harare), y poder casi acariciar un par de cebras que había por allí, comimos en un sitio al lado del lago con Cheri, una amiga de Storm. Por la tarde, tocó hacer la bolsa, saludar a mis amigos peludos (si no te acuerdas de ellos, puedes leer Harare en familia) y planear el viaje a Nyanga NP Storm, Ian y yo (con unas cervezas, que siempre son buenas aliadas para planificar).
Pescando truchas
Al día siguiente salimos rumbo al este del país. Íbamos en el coche de John, amigo de Storm e Ian que además de ser el anfitrión del plan Nyanga, era un excelente maestro de la pesca, cosa que pude comprobar los dos días que estuvimos por allí: me enseñó a pescar truchas con mosca, y pude cobrarme ¡hasta 3 piezas! El primer día pesqué sólo una, porque a Storm y a Ian se les acabaron las cervezas en su bote (y la paciencia de esperarnos a John y a mí, que íbamos en otra embarcación), que luego Storm frió por la noche y nos supo genial. El segundo día pesqué 2 más, porque a pesar de contar nuestro bote con poca batería y amenazar con dejarnos tirados en el medio del lago, aguantó nuestra charleta y John se libró de tener que tirar de la barca nadando (porque yo dejé muy claro que no iba a mojarme, pasara lo que pasara).
La casa de John tenía dos peculiaridades. La primera, que no tenía luz eléctrica. Así que cuando se iba el sol, alumbrábamos lo que podíamos con velas y con la chimenea. La segunda, que desde su porche se veía una salida del sol brutal, porque daba a un valle infinito y con orientación este. Es una pena que, a pesar de haberme vuelto muy madrugadora (casi nunca estoy en la cama más tarde de las 6am), no alcancé a ver ninguno: el sol salía a las 4.30am.
En Nyanga NP
Esos días descubrimos los alrededores: un río precioso con tupida vegetación verde a los lados, del que recorrimos su curso tanto bajando como subiendo; y unas cataratas dentro del NP, dignas de ser vistas por su caudalosidad. Además, me atreví a correr en dos ocasiones: la primera fui rescatada por John cuando justo empezaba a llover (y tras 10K de carrera) y la segunda sin rescate, lo que terminó en un viaje de vuelta a Harare calada hasta los huesos.
Nyanga falls
Y de vuelta en Harare pudimos retomar nuestras actividades habituales: paseos mañaneros y cenas en la cocina. Eso sí, con la novedad de que conocí Haka, una reserva en el medio de la city que me encantó: ví cebras y ñus, y encima Jessica (una de las perritas) se envalentonó y corrió conmigo ¡los 15K!
Poco habitual fue que me invitaron a comer con el embajador de Portugal 😉 porque Vera, su pareja y amiga de mi tía, se puso en contacto conmigo justo el día antes a mi partida. Resulta que ese día también estaba invitada Carlota, una portuguesa que estaba en Zimbabwe haciendo voluntariado en un colegio, y los fundadores del colegio, con lo cuál la mesa sería bastante heterogénea. Compartimos una comilona en la mismísima embajada, y nos llevamos tan bién que hasta me ofrecieron alojarme allí la próxima vez que pase por Zimbabwe. ¡Qué buena despedida de… ¿mi país preferido en África?!
En la embajada portuguesa